34. El arca de Eva
La llaman Unidad de Redención Zoológica, pero nosotras preferimos “el zoológico de las rebeldes».
Cada reclusa recibe un animal. A mí me ha tocado una criatura extraña: pequeña, desdentada, frágil. No camina, no caza, solo llora. Las demás se ríen de mí. Una tiene un osezno, la otra un lince. Y yo, esto. Sin duda, un castigo adicional.
Nuestra misión es cuidarlos. Estamos aquí para proteger lo que la humanidad ha destruido. Educación medioambiental, lo llaman. Pero nadie nos ha preguntado si queremos redimirnos.
Los días pasan y la criatura solo come y duerme. A veces parece sonreír. Me mira con sus inmensos ojos marrones y yo siento que algo se remueve en mi interior. Algunas reclusas me observan con recelo, otras con algo que parece envidia.
Pasan los meses y sus animales crecen, se hacen fuertes, se vuelven independientes. El mío sujeta mi dedo índice con su manita y, con voz aguda, me llama mamá.
Bravo Sara. A tu reclusa protagonista le ha tocado un bebé humano. La sociedad ha perdido hasta la memoria. Del cataclismo planetario solo se salvó una cárcel de mujeres… y un bebé.
Me ha encantado el relato, su desarrollo y ese cierre final tan desesperanzador…
Suerte, Sara
Hola, Sara. Creo que nos conocimos el sábado, me alegra verte por aquí.
Tu micro me parece súper original en el planteamiento (una cárcel de mujeres rebeldes), distópico en su desarrollo, y tierno en su final. Redondo.
Espero seguir leyéndote.
Un abrazo y suerte.