43. EL CAMINO HACIA LA HUMILDAD
Virtudes Olea, morena y bigotuda y Oswaldo Tuquerrés, bajito y rechoncho se conocieron un cuatro de febrero. Al verse él iluminado por las estrellas de los ojos de ella, le propuso matrimonio.
Oswaldo, inventaba relatos, personajes extraordinarios en escenarios fascinantes convivieron armónicamente durante años, con el deseo y la pasión bajo las sábanas de hilo egipcio.
La felicidad se hizo añicos el día que la mujer descubrió una caja oculta. Como una gata en celo se abalanzó sobre ella y de un zarpazo la abrió haciendo volar cientos de recortes amarillentos, delatores de la falta de imaginación de Oswaldo.
Loca de rabia, confusa y decepcionada los quemó sin vacilar.
Cuando Oswaldo llegó, percibió el aire viciado de humo y rencor. Buscó a Virtudes para saber y aunque estaba allí, nunca más la encontró.
Sumido en una depresión, se convirtió en una sombra grisácea y macilenta que no entendía lo desmedido del castigo.
Un cuatro de febrero, Virtudes lo encontró muerto, enterrado entre folios escritos por él. De sus ojos cayeron las dos últimas estrellas cuando se vio protagonista de aquel legado tan extenso, que nunca pudo terminar de leer porque sus noches, cargadas de desamor y de culpa, expiraron antes.
Un relato de un desamor con estructura circular, que comienza y termina en una misma fecha, con esas estrellas que entraron llenas de ilusión en unos ojos y salieron de la forma más triste. En medio, si lo he interpretado bien, se encuentra la creatividad de Oswaldo, su otro amor en soporte de papel. Virtudes cree que es la única que ocupa el corazón de su pareja, pero hay otra querencia en él con la que no está de acuerdo ni quiere competir, que le lleva a llenar cientos de folios de palabras. También resulta que cuanto escribe, y creo que ahí radica otra de las claves de este texto, está falto de imaginación, cuando quizá él daba por hecho que eran sublime, una cura de humildad que, lejos de superar, termina con él.
Ya me dirás si he tenido o no algún acierto.
Un saludo, Mercedes. Suerte
En primer lugar muchísima gracias por dedicarme tu tiempo, en segundo, a ver a ver.
Oswaldo, en principio no escribía ni inventaba, sus historias las sacaba de esos recortes amarillentos.
Virtudes al descubrir que ni era el escritor imaginativo y locuaz del que se había enamorado lo castigó con su silencio. Fue ahí donde Oswaldo, en su destierro de amor, desarrolló una capacidad que no sabía que tenía y ahora si, ahora fue el escritor que ella hubiera querido pero, demasiado tarde para todo. Mucho orgullo había y, por tanto, mucho ego.
Un beso Angely mucha felicidad.
Amor, desamor, dolor y muerte. Todo ello adobado con tinta y papel. Romanticismo puro.
Eso es Edita, que corra la tinta jajaja.
Feliz tarde primaveral.
Mercedes, tu relato tiene los ingredientes de una buena historia. Suerte y saludos
Pues si tiene los ingredientes, Calamanda, ojalá yo los haya sabido mezclar y poner todo en su punto. Gracias y mis mejores deseos para ti.
Mercedes, a lo mejor te apetece dar un repaso a las comas de tu micro, antes de que acabe el plazo de envío de este bimestre.
Un besote
Ah pues muchas gracias Aurora, me lo apunto. Me hubiera hecho ilusión saber qué Te ha parecido la historia. Habría estado bien. Gracias, pondré más cuidado para el próximo. Buenas noches.