67. EL CEMENTERIO DE LOS TORNILLOS PERDIDOS (La Marca Amarilla)
Abro la puerta del mausoleo, un trastero que alquilé hace ya unos años, y busco un sitio para depositar los restos de Manolito, así se llamaba mi último robot aspirador. Lo reparé un par de veces pero ayer dejó de funcionar definitivamente. Mi gata Simba ya no podrá jugar más con él.
Aprovecho ahora para quitarles el polvo y recordar a los electrodomésticos que aquí yacen.
Me acuerdo con muchísimo cariño de todos, pero sin duda Paquito, mi primer transistor, es quién más me emociona, siempre se me escapa una lagrimita cuando lo vuelvo a ver. También están mis televisores con culo, mis planchas todas ordenadas, mis reproductores de VHS, el doble pletina que me permitía grabar cassettes ¡Todas mis consolas de videojuegos, cuántos buenos momentos hemos pasado juntos!… En aquella estantería veo a Johnny, mi primer walkman, Pepe, mi primer teléfono móvil ¡Era una pasada! Marga, la última nevera, está impecable, pero ya no se fabrican los electrodomésticos como antes; por ejemplo Ofelia, la lavadora, duró 30 años sin casi ningún achaque.
Su esperanza de vida ha bajado mucho y me estoy quedando sin sitio para que repose mi familia electrodoméstica. Debo ir pensando en alquilar otro trastero.
Los que hemos vivido (y seguimos) a caballo entre dos siglos, hemos conocido lo analógico y lo digital, dos mundos diferentes. Es cierto que podríamos resumir nuestra vida con los aparatos que hemos ido desechando por obsoletos o por graves averías. También es verdad que si ello fuera así necesitaríamos un espacio muy amplio en el que albergarlos, con vistas a ampliar la colección cada vez más, por lo de la obsolescencia programada, que es una realidad constatable. Se da la circunstancias que estos días ando de limpieza de trasteros. Te aseguro que no me he podido sentir más identificado con tu protagonista, aunque yo no puedo acumular tanto como él, al contrario, de ahí la limpieza.
Simpático, original y real. Lo reconozcamos o no, hay ingenios mecánicos que nos han acompañado y marcado más y mejor que muchas personas.
Un abrazo y suerte, Marca
ÁNgel, campeón!!! Gracias por tu acertado comentario, como siempre. Casualidad lo de los trasteros, pero eso es buena señal!! El relato no es tan desfasado! jajajaja
Saludos!!! 😉
Qué difícil resulta desprenderse de los objetos que nos han acompañado a lo largo de la vida, pero si los consideras tu familia, es imposible. A cada uno de ellos lo asocia con un recuerdo que no desea olvidar.
Buen micro, Marca. Mucha suerte. Besos.
Pilar, muchas gracias!!!
Cuesta desprenderse de los buenos momentos!! jajaja
Ayyy la melancolía!! 😉
Saludos!!
A mí me pasa un poco como a tu protagonista, que me cuesta desprenderme de algunas cosas por el valor emocional que tienen, por todos los recuerdos asociados a ellas. Por suerte, con más pequeñas que un electrodoméstico.
Un saludo y suerte.
Muchas gracias por tu comentario, Rosalía!!
Coincido totalmente contigo!!!
Saludos!! 😉