93 El coleccionista
Colecciono apliques de pared. Mi primer hallazgo lo obtuve en un vulgar hotel cuyos pasillos estaban salpicados de unos pulcros y plateados apliques rectangulares. Había algo hipnótico en aquellas líneas paralelas discontinuas. La noche antes de abandonar aquel antro, desmonté uno de esos artefactos y lo guardé en la maleta, entre la ropa sucia. Fue así como inauguré mi colección. Luego hubo más hoteles, cada vez más exclusivos, ascensores elegantes de ejemplares golosos, recepciones de edificios deslumbrantes, casas de alcurnia a las que tenía acceso bajo cualquier excusa.
Todas las amistades y conocidos que tienen la ocasión de contemplar mi salón de las luces, quedan completamente fascinados. Eso me hace sentir bien. Pero por alguna extraña razón, cuando me quedo a solas, cada vez las enciendo con menos frecuencia. Especialmente desde que me mudé a mi nuevo chalet, a las afueras de la ciudad. Tiene un inmenso jardín y por las noches casi pueden tocarse desde allí las estrellas. Me paso las horas observándolas, con un creciente deseo.
Un par de preguntas ¿Tiene tinaja? ¿Antes ibas en camiseta?
Todos coleccionamos o hemos recopilado algo en algún momento de nuestras vidas. Otra cosa es que cualquier actividad, fuera de sus límites razonables, pueda llegar a rozar lo enfermizo. Tu protagonista es un ludópata muy selectivo, alguien que busca una luz utópica, sin estar nunca satisfecho.
Como nos sucede a tantos con tantas cosas, el interés decae cuando se presenta algo más interesante. Ningún aplique, ni una recopilación de ellos, podrá competir nunca con un cielo tachonado de estrellas. El problema, para este personaje, es que no se puedan almacenar de manera privada.
Un relato interesante y una psicología que no lo es menos, alimentada por motivaciones muy particulares.
Un saludo y suerte, Antonio
Pues ante un comentario tan perspicaz y atinado poco se puede añadir, Ángel, salvo que lo agradezco enormemente. Un placer siempre contar con la luz de tus aportes. Mil gracias y un abrazo.