31. El color de las sombras (Patricia Richmond)
¿Os habéis fijado en que las sombras son menos oscuras durante las noches de luna llena?
La señorita Paula lo sabía y, en cuanto la luz lunar invadía su jardín, se ponía el delantal de hule, preparaba barreños y estropajos y esperaba. A las doce en punto abría la puerta que daba a la plaza y los vecinos que hacían fila pasaban en orden.
Con jabón de glicerina y unas gotas de lejía frotaba las manchas que la luna le permitía distinguir sobre las sombras recién aclaradas de sus paisanos. Todos se iban contentos, con la conciencia limpia y preparada para seguir cometiendo sus faltas durante otro mes.
Ella no pedía nada a cambio pero aceptaba la voluntad. Corrió el rumor de que había amasado una fortuna y que, de tanto en tanto, viajaba a la capital para repartir su riqueza entre los pobres y rezar en la catedral.
Era cierto que la señorita Paula, con sus ganancias en el bolso, tomaba el tren todos los primeros viernes de mes. Pero no acudía a la iglesia sino a la librería donde encargaba las novelas eróticas en braille que iluminaban sus sombríos ojos hasta la siguiente noche de luna llena.
Muy pícara doña Paula, y muy encajosos sus paisanos. Me parece muy buen relato. Suerte.
La señorita Paula te da las gracias, Elizabeth.
Un abrazo.
Vaya yo que creía que iba a confesarse de engañar a sus vecinos.
Y va a comprar lectura erótica.
Me encanta esta señorita Paula.
Gracias, Virtudes. Pero la señorita Paula no engaña, no. Toda ella es bondad!
Un besote de su parte.
La señorita Paula también necesita un baño que le borre sus manchas. Buen relato, suerte.
Saludos.
Qué manchas? Si ella es la única que no tiene…
Un abrazo.
Yo identifico (mi interpretación) que la señorita Paula tiene la mancha de la MENTIRA (o quizá de la hipocresía). Hace creer a todos que “reparte su riqueza entre los pobres” y “va a rezar a la iglesia” pero no es eso lo que hace, ella también tiene sus “sombras”.
Saludos.
Gracias, Beto. Te contesto en el comentario de Ana U, más abajo.
Muy bonito relato, me ha gustado.
Esa Paula es muy pícara!
Abrazos
Gracias, Blanca. En realidad la señorita Paula es una romántica y vive su vida con alegría.
Besos!
Muy poético, Patricia. Me ha gustado la imagen de la buena señora limpiando las faltas materializadas en manchas. Seguro que eran peccata minuta, como sus propios pecadillos.
Suerte y un saludo.
Gracias, Lola. Quería darle un toque poético y mágico, así que me dejas muy contenta con tu comentario.
Un abrazo.
Simpático personaje la señorita Paula. Muy bueno tu relato, Patricia
Gracias, Concha. Estoy viendo que mayoritariamente parece que gusta a las chicas y no me sorprende. Qué sabrán ellos de la luna y sus misterios?
Un besote.
Me esperaba algo de significados ocultos y esotéricos con tanta sombra y tanta pócima. El final me ha arrancado una sonrisa, por inesperado y por pícaro. ¿Quién se podría imaginar a la señorita Paula leyendo ese tipo de novelas? Me imagino un corro de vecinas chismosas sentadas en sus sillas de madera y paja, comentando escandalizadas el asunto.
Muy bueno ese contraste entre inicio lunar y final inesperado.
Besos.
Suerte.
La señorita Paula sabe que la critican, sobre todo la mujer del alcalde. Pero lo que no sabe la alcaldesa es que quien más propinilla le deja cada mes es su marido… Y ella, que es tan buena que no sabe lo que es la ironía, la saluda muy cariñosa todos los domingos al salir de misa.
Tu comentario me ha hecho imaginarla en manos de Almodóvar,…
Besicos.
Me ha pasado un poco como a Esperanza Tirado, que me ha chocado un poco el final respecto al resto del relato.
Y es que la imagen de la señorita Paula a medianoche limpiando de toda mácula, con glicerina y estropajo, las sombras de sus convecinos, me parece sencillamente un hallazgo tremebundo. No sé qué podría pensar de él la Conferencia Episcopal, pero al menos en nuestros días no arderás por ello, jeje.
Enhorabuena, y suerte.
Ay, Eduardo. Cuando la señorita Paula termina la limpieza del último de la fila, no cierra la puerta. Espera porque sabe que, cuando ya no haya nadie que pueda verle, aparecerá su último cliente, don Cosme, el párroco… Así que, de momento, Rouco no sabe ná.
Gracias por tu comentario, Eduardo y un abrazo.
Erotismo en braille, qué idea tan brillante. Felicidades, Patricia, con esta historia deberías estar entre los nominados.
Un saludo
JM
Muchas gracias, Juan. Pero dejemos a la señorita Paula que elija tranquila sus próximas lecturas, sin presiones, que ella, así, es feliz dentro de su mundo sin luz.
¡Abrazos!
Patricia, se aprovechó de la superchería y de la ceguera de sus vecinos (al parecer más ciegos que ella) para ganarse la vida y abastecer de luz su imaginación. Muy bueno. Abrazos y suerte.
Que no, que no, que la señorita Paula cree en lo que hace… Y está tan convencida de que es verdad como de que algún día vendrá el capitán de sus sueños para llevarla a navegar por los siete mares. Lo que creamos los demás, le da igual. 🙂
Gracias, Salvador.
A mí lo que más me ha gustado de tu relato es el título y el final. Se ve ya la estela que dejan tus logradas letras con la libertad de estilo empezando con una interrogación retórica de creación de expectativa y acabando con el puñal de la ceguera.
Mucha suerte y abrazos, doña inspiración 🙂
Muchas gracias, señor profesor, pero voy a tener que recuperar en septiembre, que no se ha entendido a mi buena señorita Paula.
Besotes.
Gran corazón el de Paula, que con arte y maestría borra las faltas pecaminosas de sus vecinos. Y ya contenta con lo que hace se dedica a otros menesteres que a ella mucho le complacen.
Original y buen relato patricia, un beso.
Gracias, Belén. La señorita Paula sí que está contenta.
Montón de abrazos.
Gracias por tu comentario, Ana. Este mes estoy especialmente contenta porque, aunque pretendía contar una historia ingenua y naif sin más, tú, Beto y otros me estáis haciendo ver que los matices y significados están abiertos. Y eso no me había pasado nunca. Así que estoy sacando gran provecho de todas las opiniones.
Un abrazo.
Me gusta mucho tu relato. Es original y está muy bien contado. Ese juego de contrastes entre lo que representa la protagonista y lo que realmente la mueve es muy bueno. Mucha suerte 🙂
Gracias, Juan Antonio. Como digo siempre, la suerte es poder leer vuestros comentarios.
Un beso
Muy original el relato. A veces nada es lo que parece o aparenta ser. Besos, Patricia
Gracias, Charo. También, a veces las cosas son mágicas y nos cuesta verlo.
Besicos.
Un cuento exquisito, de los que se paladean varias veces con gusto. El tono del relato es como de cuento antiguo, y sorprende el final, pero con tanta gracia y frescura, que lo vuelvo a leer (y van tres).
Suerte y abrazos
Muchas gracias, Anna. La señorita Paula y yo estamos volando después de leer tu comentario.
Abrazo fuerte
Patricia, nos llevas de la mano de esta señorita tan especial has su sorprende final, suerte y saludos
Gracias, Calamanda. Sí te ha sorprendido, ya estoy satisfecha y contenta.
Abrazos
¡Qué historia más maravillosa eso de poder enjabonar y limpiar las sombras de los paisanos!
besos
Maravillada se ha quedado la señorita Paula con tu comentario.
Gracias, Isabel.
Es un relato un tanto extraño, sobre todo en el giro que realizas, partiendo de algo fantástico como es el color de las sombras lunares y su relación con los pecados, nos llevas de la mano a dos sorpresas, la ceguera de Paula y sus aficiones erótico-literarias. Como lector me dejas descolocado y con una sonrisa. Suerte.
Ay, ya me he dado cuenta del descoloque… He debido pasar demasiado tiempo cabeza abajo. El mes que viene probaré con un cantar de gesta, a ver si lo encajo mejor.
Gracias, Javier. 🙂
Me ha faltado tiempo este mes para comentar, PATRICIA, así que tarde pero seguro, paso a decirte lo mucho que me gustó tu cuento de la señorita Paula, esa limpiadora de sombras ajenas, adicta a las novelas eróticas en braille (debe ser muy interesante eso de «leer con los dedos»).
Cariños,
Mariángeles
Gracias, Mariángeles. Tus comentarios son un tesoro de los que se guardan en caja fuerte, para no perderlos.
Un abrazo grande.
Muy original, fantástica y divertida esta esta idea de Paula la «limpiasombras» que hacía una competencia desleal a los curas, dejando sin manchas a los vecinos. La sorpresa de que la cieguita utilizaba el dinero para comprar novelas eróticas en braille es de aupa. Vamos, que de imaginación vas sobrada, Patricia. Suerte y abrazo.
Gracias, Juana. Estoy muy contenta con todos vuestros comentarios.
Un abrazo fuerte.
Original de principio a fin. Lavar las manchas de la conciencia a la luz de la luna, esto hace gala de una imaginación fuera de lo común. Y rematarlo con la ceguera y esa afición literaria de la protagonista, me parece ya la guinda.
Genial desde luego, felicidades y también por todos tus éxitos.
Qué cosas me dices, Asun. La señorita Paula y yo estamos llorando en tu honor.
Una camioneta de abracicos.