Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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13. El delantal mágico

Me acerco a la edad en la que ella murió, yo tenía quince años y la necesitaba.

En la casa donde vivían había dos reinos. En el salón, sentado en el sofá, estaba él con el ceño fruncido, mirando la televisión y esperando que alguien se acercara para discutir.

En la cocina, ella, con su pelo gris ondulado y un delantal de cuadros sobre las rodillas. Sentada junto a la ventana, no se distinguía su cara al trasluz, como si tuviera un halo que la protegiera. Me acercaba y me daba un beso de abuela que duraba más de un minuto, después buscaba debajo del delantal y me cogía la mano para pasarme una moneda, con cuidado de que nadie lo viera. Todos los nietos recibíamos el beso, nadie habló nunca de los cinco duros y aún me deleito pensando que yo era la única, su favorita.

Hijos y nietos permanecíamos en la cocina; era un milagro que pudiéramos caber en un espacio tan pequeño. Él bramaba desde el sofá: «¿Dónde estáis?», pero nadie respondía. Ella temblaba cuando escuchaba sus gritos.

Han pasado más de cuarenta años y todavía me duele que se fuera la primera sin vivir en calma.

11 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    Reflejas muy bien la convivencia de algunas parejas de antaño, cuando las cosas eran, sí o sí, para toda la vida, una relación en la que él pretendía imponerse sin razones ni argumentos, solo por la ley del más fuerte, pero más se consigue con cariño, por eso era en el «reino» de la abuela, humana y comprensiva, donde estaban todos los nietos. El recuerdo del afecto siempre resulta positivo y nunca se olvida, pero nada es perfecto y, cuando algo se acerca a esa hermosa armonía, parece condición irrenunciable que tenga que haber al mismo tiempo una contrapartida adversa. Seguro que el abuelo, que tan sólido se creía, tras la desaparición de su pareja y vacío de recursos, quedó mucho más desamparado de lo que hubiese quedado ella.
    Un relato de infancia y vejez que bien pudiera haber sucedido, contado desde el recuerdo agridulce de una anciana que fue niña.
    Un abrazo y suerte, Almudena

    1. Almudena

      Gracias, Ángel, por tu comentario siempre certero. Me alegra haber reflejado bien esos tiempos que los que tenemos una edad vivimos aunque nos pilló ya por los pelos afortunadamente.
      Un abrazo.

  2. Rosalía Guerrero

    Qué tierno y que realista tu micro, Almudena. Conozco algunas octogenarias a las qu la viudez les ha regalado una segunda juventud, libres al fin de su tirano.
    Un abrazo y suerte.

    1. Almudena

      Muchas gracias, Rosalía, por tu comentario. Así es, por desgracia la abuela de mi historia no tuvo esa segunda oportunidad.
      Un abrazo.

  3. Puri Rodríguez

    Precioso, aunque también duro, tu relato, Susana. Qué vida tuvieron que padecer tantas mujeres que nos precedieron. Hoy ya son menos, pero aún son muchas. Enhorabuena y un besazo, guapa.

  4. Una visión de la infancia llena de esas percepciones que a veces solo tienen los niños. Mezcla de añoranza y amargura. El título subraya la parte positiva y es sugerente. Un saludo y suerte, Almudena.

    1. Almudena

      Gracias, Antonio, por tu comentario y tu apreciación hacia el título. Titular es algo que me cuesta mucho y siempre me queda la sensación de haberme equivocado.
      Saludos.

  5. Ana Fúster

    Qué hermoso reino el que fue capaz de crear esa abuela en su cocina, un lugar de acogida, de cariño y de calor humano en el que cabía toda la familia. Y qué desgracia que el «reino vecino» estuviese dominado por un tirano de armas tomar. Una historia tan verosímil y triste que te deja el corazón un poquito arrugado. Un abrazo y suerte, Almudena.

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