109. El desengaño (Calamanda nevado)
Estas doscientas páginas, dijo nuevamente mi jefa de editorial, escogidas. Sin tocar temas de sexo, pobreza extrema, gente alimentándose de contenedores, reclamaciones a banqueros, al gobierno, a la oposición, refugiados, o cambios en la ley electoral; hilvana una historia sin rituales satánicos, sectas, ni timos de franquicias. El carácter del libro no puede ser tan realista, más bien de tono cautivador, ameno.
¿Se volvía a quedar conmigo? Me concentré en alumbrar ideas livianas de contenido vano, disfracé injusticias que no golpearan a lectores honestos o ingenuos, y venía con esas. Mi razón montó ese último puzle con sudor frío y dijo basta. Después de depositar mi última motivación en el teclado no pude entregarlo. Rompí mi contrato y mi camino por aquellos pasillos sin oportunidades para buscar consuelo en mi vieja profesión: Contar situaciones reales, personajes cargados de vida, temas a los que no hay que resignarse, incluso existenciales, y malvivir de arrebatos; feliz o infeliz.
Una mañana el viento le largó una extraña propuesta a mi mano trabada. Era oro líquido, no dejaba de correr por mi sangre; avanzaba indócil como un tiro de pistola.
Y me ofrecí a disparar trasfigurado por la esperanza. No sé si me entienden.
Hola, Calamanda.
La eterna dicotomía entre ser un escritor honesto o no serlo, vendiéndose a la editorial de turno, vendiéndose al patrón oro. Escribir por encargo o no hacerlo así. Ser un «negro» de sí mismo al sentarse frente al teclado o serlo para con los temas palpitantes, los que dejan muescas en el corazón propio y en el de los potenciales lectores. Mercantilizarse o no mercantilizarse. Se te entiende, sí. Perfectamente. La felicidad casi consiste por vía única en ser sincero con uno mismo. Con esa esperanza vivimos, y escribimos también.
Un beso muy fuerte.
Perfectamente, Calamanda, te entiendo perfectamente.
Un saludo
Martín, Margarita, gracias por comentar.Besos y saludos a partes iguales.
Un desengaño comprensible. Así que escribir era eso, plegarse a los deseos de un mercado y de una empresa que moldea y transfigura el trabajo ajeno con unas condiciones que sólo buscan el beneficio. La escritura, como arte que es, ha de ser libre; si no es así, será otra cosa, una suerte de práctica mercenaria que quizá cumpla el cometido que se le encomienda, pero carece de alma.
Un abrazo y suerte
Lo que aplicas muy bien a tu relato Calamanda, es extensible a cada ocupación del ser humano. ¡Qué mundo más bonito sería ni no hiciera falta ese oro y pudiéramos expresar con plena libertad lo que nos nace bien dentro!
Besos,
Isabel
Ángel, Isabel, coincido con vuestros comentarios y os los agradezco. Besos y abrazos a partes iguales.
Te entendemos perfectamente, y es triste que haya que estar al dictado de aquel que tiene el dinero, pero también quiere ocultar todas esas realidades que puedan afectar a su negocio o a sus intereses. Suerte, Calamanda. Saludos.
Vaya si se te entiende bien, CALAMANDA: para destrabar la mano, nada mejor que un corazón de tinta que es fiel a uno mismo.
Te felicito, me gustó.
Cariños,
Mariángeles
Ser o no ser, esa es la cuestión…
Elegir ser uno mismo es la respuesta más allá del mercantilismo.
Excelente Calamanda…
Un abrazo y suerte.
Muy interesante el tema que planteas, Calamanda. Si para encontrar el éxito tenemos que dejar de ser nosotros mismos, es un precio demasiado caro. Felicidades y suerte. Un abrazo.
Qué pena esa similitud con la política… engañar al electorado con una buena puesta en escena.
Espero que quitando algunos casos, los escritores sigan su instinto de decir lo que piensan…
Muy buena apuesta, Calamanda.
Suerte y un abrazo
Jesús, Mariángeles, El Moli, Juana Mª, Rosy y J u a n, mis gracias a todos vuestros comentarios; y a vuestra integridad. Besos y abrazos a partes iguales. Feliz puente¡¡¡¡
Hola, Cala.
Y qué es el éxito, me pregunto. Vender cinco millones de libros, tener el reconocimiento internacional, ser traducido a 50 idiomas y ser un pobre emocional que se aborrece a sí mismo o sentirte orgulloso de quién eres.
No sé, igual me he pasado, jajaja.
Muy buen micro, enhorabuena.
Un abrazo y suertísima.
La honestidad como bandera, pero sobre todo con uno mismo. Intentar impregnar de libertad creativa tus escritos. Muy bueno, Calamanda. Abrazos y suerte.
Lo que yo entendí, Towanda, es que escribir sin motivación primaria, sin honestidad, sin que detrás esté una auténtica motivación no es de Dios… Lo señalas tan bien. Yo no puedo hacerlo y por eso andaba un poco desaparecida… Regreso y me encanta leerte otra vez, buenísima como siempre. Un abrazo y suerte!
Perdón por el error en el nombre! Oooops! Beso!
Lo que yo entendí, Calamanda, es que escribir sin motivación primaria, sin honestidad, sin que detrás esté una auténtica motivación no es de Dios… Lo señalas tan bien. Yo no puedo hacerlo y por eso andaba un poco desaparecida… Regreso y me encanta leerte otra vez, buenísima como siempre. Un abrazo y suerte!
Decidir qué o no hacer. Dicotomía cierta’ pero elijas lo que elijas siempre responsable de tus actos y tus escritos. La doble responsabilidad es la maldicion de escritor. Suerte y un abrazo.
Towanda, Salvador, María, LuisCar; gracias, gracias, gracias y gracias a todos por vuestros comentarios. Tambien lo veo así: motivación, responsabilidad, honestidad… y tantos valores como tenemos en cuenta. Besos y abrazos a partes iguales.
La aventura de escribir profesionalmente la desconozco, pero tal como recreas, debe ser la lucha entre la necesidad interna de expresar y la necesidad de vivir y comerciar con lo escrito, dando lugar a esa tensión que el protagonista resuelve de forma impetuosa, dando cauce a su latido interior. Un texto con garra fiera, Calamada. Saludos.
Manuel, gracias, coincido contigo en no escribir profesionalmente y en que dio salida a ese latido interior. Saludos.