El estilo
El estilo, decía Azorín, es escribir de tal modo que quien lea piense: esto no es nada, esto lo hago yo. Y que, sin embargo, no pueda hacer eso tan sencillo quien así lo crea. Es decir, que eso que parece nada sea lo más difícil, lo más trabajoso, lo más complicado. Lo más buscado.
Cuando el lector sea capaz de pasar a través de las palabras para llegar directamente a su significado, cuando aquellas resulten transparentes como un cristal, habremos conseguido un buen estilo. Al contrario, cuando el lector tropiece en su lectura con baches de desconcierto, zarzas rimbombantes y zanjas de vaciedad, habremos fracasado estilísticamente.
Según Albalat, el estilo también sería la manera propia que cada uno tiene de expresar su pensamiento por medio de la escritura o la palabra. Por ello resulta complicado hablar de normas estilísticas, pues cada uno alcanzará un estilo personal con el que se sentirá a gusto y con el que conseguirá expresar con mayor claridad y naturalidad lo que quiere decir.
Ahora bien, puesto que hay estilos buenos y estilos malos, se pueden ofrecer unas generalizaciones para mejorar los textos y que permitirán que la escritura sea más clara, concisa y natural. Veamos qué significan estos términos, y algunos de nuestros errores al escribir.
Claridad. Que un texto sea claro significa que los conceptos van dirigidos hacia un lector medio, que la exposición es limpia y la sintaxis correcta, que el vocabulario no resulta preciosista ni excesivamente teórico. En resumen, que las palabras se convierten en meras herramientas comunicativas entre emisor y receptor.
Concisión. Implica densidad (no brevedad). Se trata de evitar lo superfluo, lo que no añade nada a la idea matriz sino que la debilita. Es lo contrario del estilo retórico, grandilocuente, con profusión de palabras innecesarias, repeticiones inútiles y palabras vacías de contenido.
Naturalidad. Es lo contrario de lo artificioso. Y sin embargo, exige más esfuerzo, ya que para ser natural se requiere el hábito de conocerse a uno mismo, admitir y reconocer los recursos propios. Para escribir con sencillez se requieren dosis importantes de reflexión y corrección.
Algunas tendencias a evitar para que nuestro estilo posea las cualidades que acabamos de ver:
-Repetición de sonidos. La acumulación de palabras que riman entre sí y que producen un efecto cacofónico.
-Repetición de palabras. Da la imagen de tener un vocabulario limitado y empobrecen nuestros textos.
-Las redundancias. Aquellas palabras que se añaden sin aportar el más mínimo matiz significativo (ej: aterido de frío)
-Repetición del orden sintáctico. Conviene ir variando la estructura de las frases. El orden lógico es sujeto+verbo+c.directo+c.indirecto+c.circunstancial. La alteración de este orden se llama hipérbaton y constituye una baza importante para el manejo del lenguaje, sobre todo si deseamos destacar un elemento determinado de la oración, aunque respetando siempre, eso sí, que el verbo no quede al final. Cuidado, tampoco conviene abusar de esta fórmula, pues puede dar un efecto de escritura enrevesada, contrario a la claridad.
-Léxico no personal. Las expresiones manidas no son personales, pues se repiten sin querer como un tic lingüístico y quedan vaciadas de significado de tanto estar en boca de todo el mundo. Muletillas, tópicos, frases hechas… crean textos insustanciales y monótonos. En general, se trata de expresiones y comparaciones que en su momento cumplieron cierta función expresiva, pero con el tiempo fueron perdiendo fuerza y hoy en día aportan poco o nulo significado, recargan la sintaxis y confieren una falsa categoría «culta» a la prosa.
-Extranjerismos. Las palabras importadas de idiomas extranjeros tampoco son personales y además en la mayoría de los casos arrinconan palabras españolas mucho más precisas y representativas. Con esto no queremos caer en el extremo de afirmar que debamos ser herméticos a cualquier extranjerismo, ya que algunos pueden ser útiles si sirven para designar un concepto para el que no existe término alguno en español.
Y a quien argumente que el lenguaje es un ente vivo y que como tal debe evolucionar le diremos que sí, que es verdad, pero que también, y justo porque es un ente vivo, no debemos tratarlo a patadas, sino mimarlo.
En principio felicitarte por lo que nos aportas y aprendemos. Gracias. Luego ya con detenimiento intentaré hacer el anti-estilo, que de los errores se aprende, y de paso me divierto, o sea intentaré poner ejemplos al revés. Abrazote.
Me encantan tus aportaciones en este espacio. En unos casos, me confirmas lo que ya creía o sabía; y en otros, aprendo cosas interesantes, recojo ideas nuevas… Hay que ser muy generosa para hacer lo que haces. Gracias de corazón.
Gracias a ti, Edita. Y Antonia. Saber que leéis con gusto estas entradas me anima mucho a seguir preparando las siguientes.
Abrazo grande.