01. EL EXPOLIO (Jesús Alfonso Redondo Lavín)
Vi el ábside románico de Fuentidueña, pero tú me sorprendiste. Sentí que tu ojo negro me miraba inquisitivo pidiéndome que te rescatara. Allí estabas, pardo-anaranjado, más galgo que camello, colgado a esa media altura en la que se colocan las imágenes de santos en los templos.
Bajé mi testa avergonzado. Si no hubiese estado en la sala el vigilante del Cloisters Museum de New York, me hubiera arrodillado y clavándome la barbilla en el pecho, esperaría ser flagelado para expiar como patriota español mi pecado, al menos de omisión.
Aquel anticuario, Leone Leví, expulsado de los templos catalanes, hizo su agosto, en tiempos de Maura, en Castilla la Vieja, aprovechándose de las miserias de dieciocho vecinos de Casillas de Berlanga y de las pericias a-legales de un miserable agente de la propiedad de Almazán. Sesentaicinco mil pesetas se repartieron amén, seguro, de las acostumbradas roblas o alboroques.
Dos consuelos me asistieron, uno ruin: había allí también piedras francesas; otro más racional: si el dromedario de la ermita de San Baudelio, esa palmera rosa en piedra, no estuviera en Fort Tryon Park, hoy alguien podría repetir aquello de: Estos, Fabio, ¡ay dolor!,…
─May I take a picture?
─No flash, no problem.
Jesús Alfonso, en 1992 paseé por los Cloisters en N.Y. y tuve una dualidad de sensaciones, una buena por lo cuidado que estaba, con música sacra de fondo y otra mala al ver tanto arte de Italia, Francia y España, robado, expoliado o comprado.
Suerte y buen verano.
Pasome lo mismo, guaje.
Un español ve cómo en el corazón de la ciudad más occidental hay una figura religiosa de su pueblo, una mezcla de orgullo y remordimiento le atraviesan, saliendo a relucir el expolio de un magnate caprichoso, junto a la necesidad y no menor falta de escrúpulos de los lugareños. No me he entretenido en comprobarlo en San Google, pero, conociéndote, estoy casi seguro de que se trata de un episodio que, si no es auténtico, bien pudiera serlo o se le acerca mucho, sin salir de ese mundo rural en el que te mueves como pez en el agua.
Un relato con la consistencia narrativa a la que nos tienes acostumbrados, que ahonda en esa paradoja que, por un lado, supone el expolio de bienes artísticos del que hacen gala grandes museos y, por otro, la sensación de que, tal vez, en el fondo no es tan grave que el arte se reparta y disfrute por todo el mundo.
Un abrazo y suerte, Jesús
Es otra reflexión que me hice. El arte es propiedad del sitio o de los herederos. Y muchos herederos son hoy americanos.
Un poquito de arte con historia y muy bien narrado. Un beso.
Gracias, Maite, por pararte a comentar.
Encuentro emociones encontradas y espacio para la reflexión en tu relato. Es un tema original e interesante para la propuesta de este mes.
Suerte,
Gracias Anna.
Un librito editado por Ochoa Editores titulado EL EXPOLIO DE LAS PINTURAS MURALES DE LA ERMITA MOZÁRABE DE SAN BAUDELIO de Elías Terés Navarro, cuenta las peripecias del expolio de los frescos que nos relatas.
En el robo intervinieron primeros ministros, comisiones de seguimiento, Reales Órdenes, Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, Reales Academias de S Fernando y de la Historia, Monumentos de España, Patrimonio, Cabildos etc. con preámbulos, como cuento de aventuras, con obispos, alcaldes, letrados, la guardia civil y los vecinos dueños de la ermita. El final triste de la historia la firmó el hijo del alcalde de noche, a escondidas, cuando el orgullo patrio casi se había salvado de la ignominia. Reflejo de la picaresca, hambre, necesidades y menosprecio de lo que tenga la palabra cultura en el pensamiento sirve para que tu experiencia en el museo nos enfrente a la realidad del país. Y me he sentido identificado con tu comezón.
Pues eso. Menudo trapicheo.