96. «El Fagoril» (Luis San José)
Detuve el coche en la pequeña explanada dejando que el parabrisas enmarcase las paredes ahumadas del hotel y la vegetación salvaje que lo estaba devorando. Se respiraba soledad y abandono. Mis pulmones se hicieron más grandes. Recliné el asiento y mis recuerdos también retrocedieron hasta el día en que llegaste espléndida y exuberante. Tu risa de pájaros alborotó aquellas paredes que me estaban enterrando y que nunca quise regentar. Me pediste habitación.
– Solo dos días – dijiste.
Pero aquellos dos días fueron veinticuatro. Veinticuatro días de pasión y sexo salvaje que recorrieron todas las habitaciones del hotel. Veinticuatro días enredando sueños en el laberinto de tus cabellos desmadejados. Veinticuatro días donde mi amor y mi patrimonio ardieron al mismo tiempo como yesca en fogaril.
Finalmente, la carretera que se pierde más allá de lo árboles, te llevó envuelta en su piel de serpiente. Tú no querías, lo sé. Eran tus ganas de vivir.
Escuché a mi espalda, más allá del asfalto, romperse las olas en el acantilado. Un cigarrillo vino a interrumpir mis recuerdos. Años atrás pensaba incluso que podía borrarlos con él. La luna, inmensa y redonda. Iluminó de repente mi conciencia y las paredes ennegrecidas del hotel.
Luis, siempre nos parece poca la felicidad, la queremos eterna y eso es dificil. Nos cuentas con realismo y de forma amena que einticuatro días plenos parece que no le bastaron. Suerte y saludos
Un buen realto, nostálgico y feliz.
Suerte.
Gracias por deteneros. Cada palabra compartida es un pedazo de felicidad
Hola Ana. Gracias. Quizás he dejado demasiado en el aire. Ella, piel de serpiente como la carretera, quemó su fortuna. El, resignado, quemó lo que le quedaba.
Buen relato Luis, tienes expresiones semi-poéticas que me encantan. Veinticuatro días de pasión y felicidad, son quizá para algunos mucho más que toda una vida entera.
Un abrazo.
No sabes la alegría que da que te fijes en eso, Belén. En muchas ocasiones tiene más importancia para mí que el propio fondo del relato. El ritmo, la palabra, la metáfora… la forma en definitiva es una forma de jugar también con la realidad y manipularla. ¿No es eso lo que pretendemos? Un cariñoso abrazo.
Para mí tu relato desprende mucha nostalgia. Muchas veces vivimos aferrados a recuerdos y nos negamos a aceptar que la vida es cambio. Me gusta mucho cómo has hecho esa mirada atrás. Mucha suerte 🙂
De tu relato destacaría sobre todo el fondo, con ese fuego que lo impregna todo, desde el mismo título. La pasión, la fortuna, el hotel, las ganas de quemar la vida… todo arde, envuelto en un lenguaje que hace más bella la historia.
Suerte y saludos.
Hola Rafa. Me siento absolutamente en sintonía contigo. De todas formas, no sé si no he sacrificado alguna de las doctrinas de los microrrelatos. siempre pensé que era necesario un impacto, una sorpresa brusca generalmente al final del texto. En fin, me alegro haber provocado esa sensación porque era la que pretendía. Gracias. Un fuerte abrazo
Hola, Juan Antonio. Gracias por tu tiempo y tu opinión. Si supieras la obsesión que llegué a tener con este micro… Me temo que al protagonista le va a costar mucho salir de esa obsesión, y no se si la luna llena no profundizará su nostalgia. Un abrazo
Al principio el título no me decía nada, dado que es un término que en Argentina no utilizamos, pero la lectura me llevó a comprender, y ver como una vida se diluyo en unos poco días.
Un abrazo y suerte.
Hola, Moli. Gracias por detenerte y comentar. El título, y la historia en general me lo sugirió la propia ilustración de Petra Acero, genial por cierto, como fue la del mes anterior y casi todas las anteriores. Felicidades a todos los que participan en ello. Abrazos