117. El gran teatro del mundo
No me gusta el carnaval.
Lo digo así, abiertamente y sin tapujos, esos burdos bailes de máscaras donde te codeas con diablos de látex y princesas de plastilina, no son para mi.
A mi me van las fiestas serias.
Me encanta arreglarme cuidadosamente para ver rabiar de envidia a mis amigas mientras con sonrisa rígida dicen: “no pasan los años por ti”, entonces aprovecho para mirar de mi reojo a mi cirujano plástico y hacerle un guiño de complicidad.
Me gusta regodearme por la sala del brazo de mi marido y oir los murmullos “qué pareja tan hermosa hacen” total a quien le importa saber que es un pusilánime y que le aborrezco.
También es agradable el reencuentro con los “viejos amigos”: ¡Que alegría verte! (viejo buitre, deja de mirarme que sé de sobra que sólo deseas volver a mi cama), ¡Estás divina! (¡Madre mía que arrugas! Ya podías operarte, que da asco verte), ¡Que cochazo! (será prestado porque estos no tienen ni para el metro)
En fin, me gustan las fiestas de verdad, esas en las que sabes quien es todo el mundo y sobre todo quien quiere aparentar ser.
Genial este carnaval particular. Eso más que mascaras es hipocresía pura y dura.
Como la vida misma. Enhorabuena y suerte
El carnaval … bueno, sales a ver chicas. Yo, al menos…
A mi tampoco me gusta el carnaval, de verdad.
Pero esa fiesta, es demasiado «p`al body»
Es el carnaval del día a día.
Saludos.
Gracias chicos, me alegro de que os haya divertido.
Estoy de acuerdo, la vida es el carnaval que tu retratas.
Ya lo dice la canción «…que la vida es un carnaval». Me gusta el giro que le has dado al tema del mes, el carnaval cotidiano, y sobretodo la apología de la hipocresía que hace tu protagonista. Divertido, y al mismo tiempo da para reflexionar.
Suerte y saludos,