20. El hijo pródigo
Después de darle a su familia aquel enorme disgusto por dejar la carrera, decidió marcharse a recorrer el mundo. Antes de partir, le prometió a su madre que le traería una estrella. “Déjate de tonterías y ponte a trabajar», le dijo ella. Eso hizo su preferido, día y noche, febrilmente y en las condiciones más adversas. Empezó desde bien abajo y fue escalando posiciones. Cuando, orgulloso, le dedicó el primer galardón que le otorgó la Guía, ella comprendió cuán equivocada había estado al indignarse porque eligiera ser cocinero en vez de doctor.
Padres y madres quieren lo mejor para sus hijos. Por ellos viven, se preocupan, disfrutan y sufren. Con la mejor intención, sin embargo, pueden equivocarse y será el tiempo el que quite o dé razomes.
Un relato que pone el énfasis en un difícil equilibrio: el de permitir el libre albedrío o corregir un mal camino.
Un saludo y suerte, Mónica.
Nada como luchar pot lo que uno quiere, en muchas ocasiones incluso en contra de los que puedan por amor y cariño querer otros caminos. Suerte
Muchas gracias por los comentarios. Un abrazo.
Le prometió a su madre traerle una estrella y cumplió su promesa de manera luminosa… ¡Y sabrosa! Esa fantasía de «M’hijo el dotor» (como hace años solía decir la gente de campo aquí en Argentina) para muchos padres esforzados (y mayormente analfabetos) era la máxima felicidad a la que aspirar, así que este hijo pródigo fue muy, muy valiente, porque en muchos, la mayoría de los casos, solía primar el deseo paterno, con todas las consecuencias y frustraciones que traía al hijo involucrado consigo… Moraleja: al hijo se le abrieron los cielos de la Guía Michelin, y a la madre, la cabeza…
Muy aleccionador este micro de doctores y cocineros, Mónica; me encantó.
Besos desde la Patagonia Argentina😘😘😇😇
Gracias, Mariángeles.