121. EL HOSTAL
Mis primeros recuerdos se cuecen entre fogones y delantales que suspiraban por ser, algún día, vestidos de fiesta. En la cocina de ese hostal de carretera vine al mundo. Lo regentaban mi madre y mis tías, vigiladas de cerca por mi abuela, sumergida en el silencio desde que mi madre le comunicó que esperaba un hijo de un huésped, fue entonces cuando dijo su última palabra: «zorra» y nunca más volvió a hablar. Crecí entre el olor a alcanfor de los ajuares que no llegarían a estrenar y una recua de viajantes y camioneros que desaparecían antes de que les pudiera tomar cariño. A mi padre le conocí en mi quinto cumpleaños, prometió volver para llevarme con él a su isla. Salí con mi maleta a esperarle cada día hasta que descubrí que nunca llega hasta el páramo la brisa del mar.
Un hostal triste. Una vida que ya está marcada antes de nacer. Una niña que recuerda a la cenicienta sin príncipe. Un páramo donde nunca huele a mar…
Esperanza, un relato muy bien contado, como acostumbras.
Una isla deseada, que parece no llegará.
Un abrazoooo
Gracias Amparo. Ya sabes que este tipo de relatos duros de la España profunda me atraen mucho. Muchas gracias por comentar.
Un abrazo fuerte
Me gusta esta historia que me transporta a películas americanas un road movie sin moverse del lugar pero esperando el frenazo de unas ruedas que nunca llegan
Suerte Esperanza
Gracias Manuel, quizás tengas razón y tiene un aire de película americana de road movie.
Muchas gracias por comentar.
Suerte para ti también.
Un abrazo
Una perfecta recreación de la atmósfera de fracaso y desencanto de tantas mujeres que salen como pueden adelante. Y para terminar la niña condenada también a una existencia gris.
Me ha gustado mucho.
Un abrazo.
Gracias Asun, pues eso pretendía precisamente, reflejar esa atmósfera de fracaso de tantas mujeres que luchan para salir adelante sin ayuda, sin alegría y con muchos reproches. Me alegra que te haya gustado.
Gracias por comentar.
Un abrazo,
Preciosa y triste historia. Yo creo que la isla es el propio hostal, una isla donde naufragan todas las mujeres de la familia. Y el padre la promesa de otra vida, otra vida nueva que nunca llegará. Un beso, me ha encantado leerte de nuevo.
Muchísimas gracias Mar, todo un honor tu comentario y veo que has llegado al centro de la historia: son naufragas en una isla que es el hostal y lo único que hace aguas son sus propias vidas.
Un abrazo fuerte,
Bonito relato. Historias de mujeres en una isla de dolor y silencio.
Abrazos.
Relato triste que huele a melancolía. La ambientación, el padre… y las ilusiones. Tu relato habla de ilusiones, pero de las que desgraciadamente se transforman en quimeras y acaban colgando del cielo por inalcanzables. Mucha suerte 🙂
Hola Esperanza. Esos recuerdos que se cuecen entre fogones me han capturado y esos delantales suspirando por ser vestidos de fiesta, me han atrapado definitivamente. Genial, como no podía ser de otro modo siendo tuyo. Suerte y un beso.
Una historia de esperanzas y de falsas promesas, muy bien ambientada en ese hostal de carretera que para ellas es su isla por donde circulan todo tipo de personajes y ese mundo de mujeres valientes al frente del mismo.
Muy bueno, me ha gustado mucho.
Un saludo
Esperanza, su personal isla parece que las atrapa; curiosa historia de un grupo de mujeres. Suerte y saludos
Ojalá algún día llegue la brisa y a los delantales les llegue el día de bailar. Precioso relato. Gracias!
Me gusta el escenario que has elegido para tu isla, y cómo nos metes de lleno en él con sus protagonistas, y la opresión que se respira en ese ambiente, y la tisteza que envuelve todo el relato, rematada además con esa preciosa imagen.
Suerte y saludos.
Yo creo que la niña no se quedará. Si tiene disposición para irse con su padre algún día cerrará esa puerta tras de sí. Perfecta ambientación. No me gusta que metas «isla» en el relato de se modo, ya es suficiente isla ese hostal gris. Muy bien.
Besísimos.