81. El instante
Las aventuras de Tom Sawyer, leo con dificultad en las tapas del viejo libro. No sé bien qué decir. Yo lo que quería para mi décimo cumpleaños era una Barbie. O dinero para comprarla. O una Barbie y dinero para comprarle vestidos. De pronto, mi madre, que siempre parece que lee lo que pienso, me empuja para que le dé un beso al abuelo. Sí, ya sé que ella siempre me explica que él no sabe nada de caprichos de niña, que ya está mayor. Aunque aún es ágil para atrapar el beso que le doy en la mejilla poniendo la mano sobre él. Luego se lo lleva al corazón. Eso siempre me hace reír. Desgraciadamente, como por arte de alguna magia más caprichosa que mis propios deseos, el abuelo se difumina como niebla fugaz en mi pupila infantil; y quince densos lustros se asientan sobre mis hombros, mientras todavía sostengo el preciado libro entre las manos.
¡Qué bonito, Nuria! Regalos como ese libro pueden ser un buen recordatorio de esos abuelos…
Precioso.
Un beso (que desde ya queda atrapado en esta página).
Carme.
Nuria, qué bonito recuerdo, me parecido muy emotivo. Cuando sea a abuela atraparé la besos así.
Un abrazo y suerte
¡Muchas gracias, Rosalía! Te aseguro que atrapar besos así es muy muy efectivo. 🙂
Besosss
¡Me encanta que te guste! Tengo alguna cosilla así, de poca importancia pero con gran peso para mí.
Muchas gracias por pasarte.
Recibo tu beso y te envío muchos másss.
Un juguete, por entrañable que sea, nunca puede perdurar más que un libro, más aún si va asociado a un instante de cariño verdadero grabado en la memoria. Los abuelos son sabios y saben conectar con los más jóvenes más aún de lo que ellos piensan, pero el tiempo se lo dice.
Un abrazo y suerte, Nuria
Muchas gracias por pasarte, Ángel. Exactamente es lo que pasa. Una pena que haya gente que no disfrute de los abuelos como yo lo hice.
Besosss