73. El jinete
Subió al corcel de madrugada mientras la luz seguía prisionera de una niebla tenaz. Llevaba pañuelo mal anudado, con mal remedo de las trazas de un gaucho y un sombrero muy calado, refugio sobrado para una cabeza de bajo calibre. Galopó hasta una llanura, se apeó frente al abrevadero y el animal bebió. Él también mojó los labios en un beso furtivo dado a la cantimplora. En un alto divisó las siluetas de unos forajidos que no tardaron en bajar. Hubiera luchado, pero le faltaron agallas. Asustado, cabalgó veloz largo rato sin mirar atrás. Cuando se sintió seguro, resopló el caballo y soltó él un relincho de alivio. Asustado reconoció en uno de los rostros su adversario desde la guardería. Se durmió después sobre el jamelgo, que mostraba también signos de cansancio. La claridad matutina anegó el cuarto. El pequeño quijote, agarrado a las crines de madera, enzarzado en sueños en un combate feroz contra los secuaces de la clase de primero y los gigantes ciclópeos de la escuela, quedaba a la espera de las caricias de una dama. Se abrió entonces la puerta de la habitación y apareció su mamá. Venía a despertarlo para llevarlo al colegio.
Ay, qué lindo. Me encantó. ¡Felicidades!
Mei, qué bueno. Fenomenal reflejo de la fantasia y preocupaciones de un pequeño. suerte y saludos