60. El juego
-No seas gallina Ernesto!
-No me gusta ese juego.
Pero al final Ernesto accedió y fue con los demás al cementerio, donde acudían para ambientarse.
Era el juego de las lápidas. Se trataba de sacar por sorteo una fecha, que se suponía como fecha de muerte, para inventarse un epitafio según la vida que imaginaban tener.
-Alberto: 7 mayo de 2038. ¡¡Epitafio!!
-Hmmmm, con 38 años!… pues habré sido corresponsal de guerra y me dio una bala mientras cubría una noticia. En mi lápida dirá «Aquí descansa un intrépido aventurero que murió con la cámara en la mano».
-Miguel: 30 de enero de 2082. ¡¡Epitafio!!
-«Pasó su última Navidad rodeado de sus numerosos nietos»
-Ernesto…
-Yo paso, me marcho -dijo Ernesto, y se dirigió hacia la salida abriéndose paso en la oscuridad con su linterna .
-Venga, que sólo es un juego!
-…24 de septiembre de 2015…
-Eso es mañana -dijo flojito Miguel.
-…¡¡Epitafio!!
-Iros a la mierda! -vociferó Ernesto saliendo del recinto, mientras el campanario de la ermita empezó a tocar la nueva hora: 12 campanadas.
Lo siguiente que oyeron fue un grito ahogado por el chirrido de un brusco frenazo.
Lo dijo como sabiendo, el destino lo ayudó.
Corto y conciso.
Un abrazo y suerte.
Vaya juego que se traían entre manos…
Fue el destino?
Si no se hubiera ido a mitad del juego…
Entonces sería la mala suerte?
Nunca sabremos.
Gracias por comentar!
Carme.
Este sí que es un relato contemporáneo, a la carta, diría yo. ¡Vaya yuyo!
Sí!! me alegro de que dé «mucho yuyo»!! 🙂
Gracias Edita por dejar comentario.
Saludos.
Carme.
Te estoy escribiendo el día fatídico que marca tu relato y me entran escalofríos. Hay que tener cuidado con los juegos, pueden ser pequeñas premoniciones de lo que ha de venir. Aparte de ello, no se me ocurre nada más inquietante que el conocimiento del día de la propia muerte.
Un saludo y suerte
Bueno, lo publiqué la noche del 23 al 24, así que a Ernesto le tocó en el juego el 24 de septiembre (jeje).
Me gusta que provoque esta reacción de escalofríos (y «yuyo»!), eso es que consigo meteros un poco en ese cementerio, con los adolescentes «jugando» y con el menos atrevido sufriendo por no querer ser el gallina…
Esperemos que los juegos no sean premoniciones, dependerá de lo que crean los que juegan, pero el pobre Ernesto no estaba muy a gusto allí…
Y ahora en serio, opino como tú que mejor no conocer el día de la muerte.
Gracias Ángel por comentar, un abrazo.
Carme.
Me recuerda a esos relatos de miedo que se cuentan en los campamentos, a la luz de la hoguera. Me gusta ese final donde no se sabe claramente si salvó su vida o no, o al menos yo no lo encuentro decisivo. ¡Un abrazo!
Cierto, Luz, podría ser un relato de noche de campamento, para acabar todos los jovencitos gritando asustados.
Bueno, yo con la frase final veo a Ernesto debajo de un camión o algo así.
Pero quizá podemos pensar que no lo han herido de muerte, y los amigos salen corriendo y con el conductor lo salvan. Os lo dejo a vuestra elección -todo lo que el autor no escribe, el lector decide-.
(Pero para mí que no, eh, que Ernesto… RIP 😉
Un abrazo de vuelta.
Carme.
Ana, has indicado todo lo que lleva a Ernesto al fatal desenlace (fíjate si había puntos en que lo podría haber evitado…).
Me alegra que lo encuentres original y que te guste como lo cuento. ¡Muchas gracias!
Carme.
El final de el fuego de campamento que propones lo dice todo y redondea el relato.
Enhorabuena.
Muchas gracias Ezequiel. Celebro que te guste.
Saludos!
Carme.
M.CARME, sin llegar a este desenlace, cuantos accidentes podían evitarse si los chicos no se divirtieran con juegos extraños en estos lugares. Suerte y saludos
Calamanda, si juegan con precaución quizá el lugar no es tan importante, pero es cierto que en lugares que les den miedo, es más fácil que surja algún problema por salir corriendo, posible oscuridad, no ver bien…
Gracias por leer y por tu comentario!
Carme.
Consigues que nos introduzcamos en la historia, en ese macabro juego y en el cementerio. Y es que a veces los críos juegan a ser valientes en juegos peligrosos que no auguran nada bueno.
Estupendo relato, donde el dialogo lo hace ágil y nos presenta a sus protagonistas y a su imaginación.
Suerte, un beso M. Carme
Meter al lector en la historia es siempre un objetivo. Me alegra haberlo conseguido! (y que te guste).
Muchas gracias M.Belén.
Otro beso de vuelta.
Carme.
Qué relato más inquietante, Carme. Ahora, si yo fuera Ernesto, me aparecería a los otros niños cada 24 de septiembre y a ver si también se ríen.
Un petó.
¡Es una buena idea! La venganza de Ernesto para hacerles ver que no se deben reír de otros.
Me encanta que lo encuentres inquietante.
Petons.
Carme.
Original relato que casa muy bien la consigna, y que nos plantea esa pregunta insoluble acerca de si el destino está, solo se le puede esperar o si alguien lo ha conseguido esquivar alguna vez. Mucha suerte 🙂
El destino, ¿nos lo tiene todo preparado? Gran pregunta.
Muchas gracias Juan Antonio por comentar.
Un abrazo.
Carme.
… Dejo una nota para quizá añadir una sonrisa al mal rollo que transmite el relato:
¿os habéis fijado en el epitafio que deja Ernesto para la posteridad? 😉
Me gusta ese tinte de juego de adolescentes que retratas, y el giro final del pobre Ernesto quien no pudo o no supo escapar del destino. si que me había fijado en sus últimas palabras, M. Carme pero pensé que lo había hilado demasiado fino jaja. Veo que lo escribiste con intención. Buen aporte de humor.
Abrazos.
El destino, el juego,…. Quien sabe.
Celebro que te guste. Y bien pillado lo que deja Ernesto como epitafio 🙂
Gracias Izaskun.
Abrazos de vuelta.
Carme.
Hola, Carme. Recuérdame la próxima vez que nos veamos que no acepte ningún juego que propongas (solo permitiré hacernos fotos, por si acaso). Tu relato es un buen complemento a tu propia foto. Me imagino a esos adolescentes ¿descerebrados? jugando a sus epitafios entre esas tumbas y cruces.
Un abrazo y suerte.
Jajaja… Está bien, sólo fotos.
¿sabes que los descerebrados también jugaban a ver si en las fotos salían todos bien o si alguno transparentaba sin verse su imagen?
Es broooma!! 😉
Un beso Rafa.
Carme.
¡Vaya escalofrío! Muy buena historia y muy bien narrada.
Suerte y abrazos
Me encanta que leerlo dé escalofríos y me alegro de que te guste Anna.
Muchas gracias por dejar tu comentario.
Un abrazo.
Carme