47. EL LUTO LLAMA AL LUTO (J. Redondo Lavín)
La lápida negra, labrada en caracteres blancos con los nombres del difunto y con los de quienes ya pudrieron sus restos en aquel mismo nicho, la colocarían más tarde. El marmolista la tendría dispuesta para Todos los Santos. Pero aquel día, y por orden de consanguinidad, asistimos en filas de media luna al entierro.
Un “groorgs-groorgs” rompía el silencio. Crisanto, el enterrador, volteaba con su paleta la mezcla de cemento sobre las paredes del capazo de goma negra. Luego, un denteroso “quirris-carras” hería los oídos del silente escenario al sellar con la llana las esquinas de la tapa del nicho hasta que se retiraba la pequeña cuña de madera que mantenía la verticalidad de aquel opérculo provisional.
Y de nuevo, luto en las mangas y solapas de ellos y riguroso en la vestimenta de ellas. Las jóvenes, una vez más, víctimas del sempiterno duelo. Otra vez, pobres, condenadas en negro a no bailar en las romerías de Santiago, de Santa Ana y de San Pantaleón.
Y la abuela Florentina, sabia, de esa sabiduría adquirida visitando como panadera rural, en su carro de toldilla, casas, casonas y cabañas, les decía:
— “Niñas, no abuséis del luto, que el luto llama al luto”.
Buen relato, Jesús, que nos recuerda la España más austera, la de las tradiciones, los lutos y las monsergas pujando contra el tiempo que, a través de la juventud avanza siempre hacia adelante. Un saludo.
Buen relato costumbrista de tiempos pasados en zonas rurales. Me gusta como enlazas la última frase con el título. Una descripción deliciosa del proceso del entierro.
Un saludo
Esas tradiciones rurales que tanto obligaban, suavizadas por la sabiduría práctica de la abuela Florentina. Lo sabemos todos, pero quiero reiterar que pocos saben dotar a sus letras de un eficaz y versado costumbrismo como tú lo haces.
Un abrazo y suerte, Jesús
Muy buena esa reflexión final. Tu relato me ha recordado a una película española de hace un montón, en que la moza en cuestión iba guardando lutos encadenados y nunca podía casarse, o ennoviarse, o algo parecido. (hace mucho tiempo ya). El relato está muy bien dispuesto y me da sensación de plenitud en su lectura íntegra. Mucha suerte 🙂
Esta vez toca entierro. Pero parece que a ti te da lo mismo lo que te impongan; con cualquier tema te marcas una historia. Un hecho simple que a los demás nos parece que no cuesta escribir, cuando nos ponemos en tu pellejo, sabemos que una cosa sencilla, ligera, sutil y fluida, viene precedida de muchos papeles tachados, muchos apuntes a deshoras y muchas revisiones urgentes. Sencillo, melancólico, con añoranzas, pero bueno. Tu firma inconfundible.
Una descipción (de ese cierre del nicho) tremenda, plástica y acústica. Una historia que es la historia de «la historia» de los lutos. Cuando una novia se tenía que casar de negro porque todavía estaba de luto, porque, como dice el personaje sabio de tu relato, los lutos se iban encadenando en la vida de los vivos…
Magistralmente escrito, como de costumbre en ti.
Un abrazooo
La abuela, la más sabia de todas, y quizás en ese momento la más moderna. Muy buen retrato de lo que significaba un entierro rural. Me han gustado mucho las onomatopeyas, que acercan esos sonidos que se quedan grabadas a fuego en la mente.
Un abrazo.