26. El mundo al revés
Los compañeros de la inmobiliaria apagan sus ordenadores y él, con la excusa de una hoja de cálculo engorrosa, espera a que todos salgan. Los techos son altos. Eso ayuda. Una vez solo se arremanga, inspira hondo y coloca una silla sobre su mesa, formando una atalaya. La escala y logra hacer el pino allí arriba, con los pies rozando los focos. El equilibrio perfecto de un gimnasta bien entrenado. Mercurio, Venus, Tierra, Marte se alinean en ese instante sublime que prolonga durante un minuto. Sesenta segundos de placer en que los escritorios penden del suelo sin obedecer a la fuerza de la gravedad gracias a su pericia. En ese tiempo invertido es el héroe de su propia infancia, aquel artista que viera en el circo. No hay hojas de cálculo, fincas urbanas ni rústicas. Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno también en línea. Sonríe y, con los pies en el suelo, esa mueca con las comisuras de los labios hacia abajo podría leerse como un gesto triste. Cuestión de perspectiva. Entonces, con movimientos lentos, baja de su atalaya, ordena las sillas, apaga el ordenador, las luces, echa el cierre y se dirige a casa silbando el Carmen de Bizet.
Dicen que quien no se conforma es porqué no quiere, pero una vida anodina, repetitiva y sin gracia puede hacer daño. Este hombre ingenioso y conformista se merece que por lo menos lo fiche el Circo del Sol.
Me ha gustado, descrito con ternura y respeto.
Qué importante el punto de vista, la perspectiva, el color de las gafas con que se mira… Muy original.
De vez en cuando conviene parar el mundo, hacer algo único, para uno mismo, un acto tan aparentemente inútil como necesario. Ya habrá tiempo de poner los pies en el suelo. Hasta la siguiente, que siempre será distinta.
Un abrazo y suerte con esta original propuesta, Mikel