97. El padre tranquilo (relato fuera de concurso)
Una noche de luna llena comenzó tu metamorfosis. Noté como se desprendía la M de tu nombre y grité: “Mierda”. Se me vino el mundo encima. Comprobé que aún podíamos disfrutar de cinco letras más. Surgió de nuevo en mí la esperanza. Me armé de valor, paciencia y resignación para asumir el declive y afrontar el desvanecimiento de tu onomástica. Ver como te debilitabas día a día fue de una tristeza excesiva. Tú, siempre tan impetuoso, guerrero y con la fortaleza de un roble. Ojalá, tu madre te hubiera bautizado con un nombre compuesto y larguísimo, pero se empeñó en homenajear al santo que te tocó un 17 de junio.
Cada mes se llevaba una letra. Octubre se quedó con la E y cuando ya apenas se leía la L, tenía la impresión de estar con un niño que aún no tenía recuerdos instalados en la memoria. La única forma de que me reconocieras era encendiendo el DVD. Entonces te brillaban los ojos y me decías: “Hija, pero si ese es John Wayne, con la pelirroja, y el puente de Innisfree, que bonito.”
Y yo, hecha un mar de lágrimas abrazaba a aquel hombre tranquilo.
¡Qué gracia!, el título me ha traído a la memoria a la película del Hombre Tranquilo.
Me ha gustado la compañía que le brindas a tu padre.