24. EL PARQUE DE LOS NIÑOS (Paloma Casado)
El parque estaba plagado de tesoros ocultos. No era necesario un mapa que marcara con equis los escondites, cada uno de nosotros conocía el lugar exacto donde había enterrado su chapa favorita, su tela preciosa o su piedra brillante.
La minúscula laguna se había convertido en segunda residencia de peces y tortugas imposibles de llevar de vacaciones. Allí íbamos a visitarles sus antiguos dueños, satisfechos de encontrarles vivitos y coleando, tan felices con sus nuevos amigos. Bajo los bancos, gorriones y palomas se disputaban las migas de los bocadillos de la merienda, mientras los árboles escondían tras sus cuerpos leñosos a los emboscados del “tula”. Las madres prohibían a los más pequeños alejarse. Les contaban leyendas sobre niños que desaparecían al aventurarse solos. Porque – decían– existen lobos y hombres del saco. Porque al anochecer, también los paraísos se llenan de sombras.
Pero llegaba un día en que, urgidos por crecer, traspasábamos la frontera del parque hacia un mundo en donde las calles son grises y los relojes tiranos. Y sentimos esa desolación del expulsado de una patria a la que nunca podrá volver.
Tuve la suerte de criarme cerca de una gran ciudad, pero algo retirado, se puede decir que a la antigua usanza. Yo también enterraba tesoros, canicas en mi caso. Un día dejamos de jugar al escondite, cuando como bien dices (y es para enmarcar):»Partimos a un mundo donde las calles son grises y los relojes tiranos».
Muchos hemos tenido una infancia similar a la que describes, en la que el escenario era parte primordial de la obra, donde éramos felices aunque entonces no nos diésemos cuenta. Hemos aprendido a apreciarlo años después, con la mirada atrás.
Un relato emotivo, que seguro que otros, como yo, leerán con nostalgia y el escalofrío de lo que fue y ya no volverá, pero llevamos dentro, como un tesoro.
Un abrazo y suerte, Paloma
Decía Rilke que la infancia es nuestra verdadera patria y esa idea es la que he querido transmitir en este cuento. Los de nuestra generación compartimos tesoros escondidos, tulas y miedos emocionantes. Gracias por tus palabras, Ángel, creo que muchos de nosotros nunca abandonamos de todo el parque.
El escenario de la niñez siempre es irrepetible. Me has hecho volver al entorno del río Albarregas, donde tantos momentos viví junto a mis hermanos.Crecer implica, también, descubrir que mirábamos las cosas con la inocencia a la que nunca volveremos. Feliz noche Paloma.
Gracias Mercedes. Si con este cuentecillo te he hecho revivir unos tiempos felices me doy por satisfecha.
En mi caso era un barrio tranquilo donde jugábamos al brilé; al pilla pilla; al escondite; al huevo, pico, araña o en el que patinábamos. La verdad es que echo mucho de menos esos instantes en que mientras merendábamos jugábamos felices y despreocupados, mezclados niños y niñas. ¡Qué nostalgia de esos tiempos vividos y añorados! Gracias por retornarnos a esos momentos inolvidables. Un abrazo, Paloma.