55. EL RAYO VERDE (Jesús Redondo Lavín)
Eran los primeros tiempos del amor. Sentados, mi brazo sobre tu hombro, dentro de nuestro SIMCA 1000 en invierno, o en el banco de listones de madera azul delante del centenario molino de viento, ya sin aspas, frente al mar, sobre el acantilado de Punta-Galea, veíamos, entre beso y beso, cómo descendía la esfera solar, roja, cada vez más dorada, sobre la línea curva del océano en el horizonte.
Alguna nube incendiada de bermellón ponía cejas al ojo del sol y las más altas, blancas y orondas atravesadas por espadas de luceros, esculpían batallas de titanes contra dioses.
Y nuestro astro caía, media naranja, cuarto de limón. Ya casi solo un punto. En ese instante el lubricán estaría silenciando el alba de Terranova.
Era el momento de estar atento. Los viejos arrantzales hablaban de él y del amor eterno que gozarían las parejas que lo vieran. Cuando el último grano de fuego de sol se hundiera en el océano, un rayo, un destello verde iluminaría el cielo, como un saludo luminoso de despedida, como un hasta mañana.
Nunca lo vimos. Dicen que es solo un segundo. Nuestros besos duraban más.
O era revelación exclusiva para almas puras, como el Santo Grial.
Jesús Alfonso, tengo un amigo gallego que me habla del rayo verde. El tampoco lo vio pero es que es daltónico.
Aquellos coches tan pequeños, que coquetos, aunque si uno era orondo todo era un problema.
Un abrazo
Qué difícil era hacer…
Hola Epi. ¿cómo te trata la vida?
Un fuerte abrazo para tí y un beso a Doña Luz.
¡Qué bonito…!
Gracias Paloma.
Jesús Alfonso, muy bonito tu cuento, y bien llevado. Suerte y saludos
Gracias Cala.
Si el precio de besarse es no prestar la atención suficiente para ver ese mítico rayo verde, se paga con gusto el peaje; no creo que a esa pareja les importe, como tampoco las estrecheces de un Simca 1000. Muy bien contado, me gustan especialmente esas nubes bermellonas que le ponen cejas al sol.
Un abrazo y suerte, Jesús
Como siempre, Angel, muchas gracias por leer mis relatos.
Lírico te quedó Jesús. SAludos Eric Rommer
Muchas gracias Eric.
Ah, el rayo verde! Cuántas veces he intentado verlo sin conseguirlo. Seguiré intentándolo .
Si aún no has visto la película del mismo nombre de Éric Rohmer , te aconsejo verla y ,en versión original , claro.
Un abrazo y suerte, Jesús.
Insiste que lo verás algún día.
Un beso Ginette.
Un relato muy bien contado, lleno de color y luz.
Un abrazo
Muchas gracias María.
Oh, qué bonito. Me encanta y ¿sabes? siempre habrá tiempo para ver el rayo verde, lo de los besos es más importante. Una puesta de sol fabulosa, pero sobre todo, la viste así porque la miraste desde el sentimiento. Ahí te quería yo ver sentado sin besos o vacío de ilusiones, a ver si veías tanto halo y tanta ceja sobre el sol, jajajaja, en ese caso, que al rayo verde lo parta un rayo…
Bueno, bromas a parte, me ha encantado tu relato.
Gracias por este momento.
Suerte y buen día.
Mercedes, tienes razón en lo que dices. Ver una puesta de sol solo es como ver una puesta de huevo por una gallina. Gracias por tu comentario.
Me ha gustado mucho, Jesús. Has pintado un cuadro eligiendo unas palabras precisas y preciosas aprovechando la historia de ese misterioso, fugaz y escapadizo rayo verde.
Espero que sea uno de los relatos elegidos este mes, pero me resisto a desearte suerte. No entiendo este deseo de suerte que acostumbra a figurar al final de los comentarios, porque me resisto a creer que los encargados de hacer la selección, no creo que lo hagan por el método de los papelitos u el sombrero, ¿no?
Saludo, brother!
Hola brother. Gracias por tu comentario. No he tenido espacio para contar que algunas puestas de sol acababan jodidas por la linterna de la Guardia Civil. Qué susto nos metía con aquel «Abra la ventanilla, ¿no sabe que tiene que dejar encendidas las luces de posición?
Un abrazo Marcos.
Hola Jesús.
Relato precioso y visual que intenta rescatar la importancia del boca a boca de generación en generación.
En el lugar que vivo, hay un rinconcito que me permite ver cómo el sol desaparece bajo la línea recta del horizonte Atlántico. Alguien me contó que, desde ese punto, hace muchos siglos, se vio burbujear el agua mientras el sol desaparecía engullido por el océano.
Me gustó mucho tu relato. Te deseo suerte.
Ton.
Pues muchas gracias Ton. Cuando terminamos el Camino de Santiago desde Roncesvalles, fuimos a Finisterre a ver la puesta de sol y quemar las zapatillas y la camiseta (hoy prohibido)
Saludos.
Gracias y otro abrazo para tí, Ana.
Un relato muy en tu línea, de los que me gustan tanto a mí. Entre histórico, real o ficticio sin saber dónde comienza lo uno y termina lo otro. Un placer como siempre leerte.
Besos
Muchas gracias Asunción es muy agradable recibir tus comentarios.
Besos.
Bonitas y poéticas imágenes, Jesús. Un cuento muy original.
Saludos.
María Jesús Briones
Muchas gracias María Jesús. Qué bonito tu apellido de taninos, blasones y granos de uva.
Un bellísimo relato muy bien llevado de principio a fin y con un interesante guiño final: «O era revelación exclusiva para almas puras, como el Santo Grial». Quizá mejor asegurarse la impureza en el reducido espacio del Simca 1000, ¿no? Pues eso.
Un abrazo.
Muchas gracias. Has dado en el clavo.
Aunque sea tarde, muy después del momento oportuno, mi admiración por tus habilidades.
Tampoco es tan raro que diga siempre lo mismo. Muy bueno.
Aunque sea tarde, mucho después del momento oportuno, mi admiración por tus habilidades.
Tampoco es tan raro que diga siempre lo mismo. Muy bueno.