29. El rey del brillo
Un taburete, betún, ceras, cepillos, bayetas… Marcial, autoproclamado «rey del brillo» ofrece por cuatro euros conversación y zapatos en los que incluso se podría comer. Superviviente del arte de lustrar calzado sueña con que algún día cambie su suerte, y pueda disfrutar que otro se los limpie a él. Y como a veces los sueños se cumplen, dos años después abandonó su metro cuadrado de acera de la Gran Vía para enfundarse en un traje elegante y unos botines tan relucientes como la inscripción que reza en su lápida: «El símbolo de la elegancia es el zapato limpio».
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Abandonó su metro cuadrado por un espacio menos cuadrado pero igual de estrecho, eso sí, sin luz natural. Lástima que haya que algunas personas tengan que llegar ahí para «disfrutar» de cosas que siempre anhelaron.
Un relato sencillo y muy creíble. Con pocas palabras lo has bordado.
Descanse en paz Marcial y feliz fin de semana para ti.
Pobre hombre… vaya manera de cumplirse su sueño
(había una peli donde los deseos se cumplían de una forma «nada esperada»).
El relato transmite la dureza de la vida para algunos, aunque sean muy buena gente.
— por cierto, ese epitafio para Marcial me suena a reglar una plancha en el día de la madre :-/
Saludos,
Carme.
Miguel, bella historia llena de matices y giros. suerte y saludos
Directo al grano. Me ha gustado ese giro. Que tengas suerte en las deliberaciones.
Muy directo y con giros de los que te da vida bien trenzados. Mucha suerte 🙂
Muy buen relato. Pobre hombre, de un metro cuadrado a otro, aunque eso sí, con los zapatos relucientes.
Un saludo
Qué mala leche de epitafio ¿no? Pobre hombre, con las ganas que tenía de dejar el oficio y le va a perseguir hasta el más allá. Buen micro, Miguel. Te deseo mucha suerte.
Breve y efectivo. Muy buena historia.
Abrazos