55 – El riesgo de vivir
No lo haré.
Porque esas cosas no se hacen. No se debe.
Ahora que he tomado la decisión de negarme otro reto, tendido en esta cama que se ha vuelto un desierto, una sabana, un océano carente de olas, te asomas a mi momento ortegaygassetiano y te instalas en las arrugas de mi frente. Consigo la inacción de los recuerdos, aíslo un fotograma de la tira que me devuelve mi niñez cuando se apagan las luces debajo de mis párpados. Inmovilizo tu figura y el temblor de mis piernas, paralizo tu dedo amenazante y silencio tu voz. Ninguna lágrima encierra mis excusas, ninguna madeja de frases lía mi pequeña conciencia, ni nunca más, ni cuando sea grande, ni algún día, ni cállate, ni muérete, ni mi deseo de morirme y que sufras por mí y te duela la culpa del dedo inquisidor, esas explicaciones y amenazas tan adoctrinantes.
Ahora que te has callado, que tus dedos dejaron de ser dedos, que no me he muerto para castigarte, que tú te has muerto para jubilarte de madre, paro el pasado debajo de mis párpados, como una foto en blanco y negro.
No lo haré. Tienes razón: esas cosas pueden ser peligrosas.
Prosa poética en cada línea de tu relato. Palabras minuciosamente escogidas que dan forma a cada parte de tu historia. Maravilloso, aunque en el fondo oculte un desenlace tan triste y conmovedor.¡Enhorabuena!
Un abrazo.
Gracias por tu lectura, tu tiempo y tus palabras. Un abrazo
Cómo ´puede afectar a una criatura las reprimendas y las dureza de la vida y cuán to puede marcar!! Suerte.
Besicos muchos.
Es cierto que normalmente las madres acertamos
(al menos es lo que queremos creer), pero algunas otras dejamos secuelas para toda la vida. Abrazos cálidos.