09. El roble
No fueron fáciles los primeros días. Un cuartucho sin lustre, una ciudad sin sombra. Él tirando del carro sin mulas, a base de riñones y sudor, con el miedo contenido del que asoma al puente de un abismo. Ella, compañera para todo donde él fuera. Detrás de él quedaron las lomas hostiles, el pasto, el frío sin tregua, el calor sin aliento, la amenaza del maquis entre horas y balidos. Detrás de ella, el reparto de viandas, pan y lo que hubiera, por los campos de labor donde iban aquellos que salían del hogar antes del gallo; los quehaceres domésticos, las bajadas al molino, al río, a la plaza del baile, a la escuela a dejar a sus hermanos de camino a un encargo.
Luego fue el cuartucho, ganar él unos reales a destajo, pagar el alquiler, traer a los hermanos a la urbe, compartir miseria y esperanza, buscar algo mejor arañando algunas horas a la noche, la letra de la primera casa; ella atenta, la comida siempre a punto, todo limpio y en orden, los niños, dejarlos en la escuela camino de un encargo.
El murió ayer. Ella le velaba, firme y quieta como un roble.
Muy emotivo lo que nos das a leer. Cúantos casos parecidos hemos tenido, muchos, en nuestras familias. En compañía, los más duros trabajos y sufrimientos son más llevaderos. Esperemos que nuestra heroína, aunque fuerte, admita la compañía y el cariño de sus allegados ahora que se ha quedado sin el hombre con el que ha compartido ese camino marcado por el destino, en muchas ocasiones, para gente como ellos. Suerte y saludos.
Sin duda esta es una historia que con diferentes matices podemos reconocer en nuestras familias, por fortuna hay muchas mujeres roble entre nosotros. Un placer recibir tu amable comentario, Jesús.
Mil gracias y un abrazo.
Me ha gustado mucho tu relato, Antonio, porque está escrito de manera bella y cuidada. En cuanto al mensaje, estoy de acuerdo con que ha habido y hay muchas mujeres-roble, tanto en el rural como el las ciudades. Estás homenajeando a una mujer fuerte y curtida, como muchas que conocemos.
Enhorabuena. Un abrazo.
María José
Un montón de gracias por tu amable comentario, María José. Estoy seguro de que todos conocemos más de un ejemplo de mujeres roble en nuestras familias… vaya por ellas también.
Un abrazo.
Bonito homenaje a tantas mujeres-roble que lucharon como jabatas y entregaron sus vidas buscando facilitar y ofrecer a los suyos una más amable y digna. Me gusta mucho la sensibilidad que hay en tu escrito, Antonio. Un saludo.
José Ramón, entrañable historia y lenguaje cuidado. suerte y saludos
José Ramón, entrañable historia y lenguaje cuidado. suerte y saludos.