65. El sabor de las hogazas
Cuando saltaba los charcos, Mario observaba su reflejo distorsionado sobre el agua, la amplitud de sus piernas fibrosas rodeadas por un cielo de nubes. Los días de lluvia, al salir del colegio, el camino del bosque se convertía en una pista de obstáculos y entonces corría, saltaba y corría sin manchar demasiado sus zapatos gastados para que no le regañara madre. Los árboles le alentaban desde la vereda con un rumor húmedo hasta el umbral de la casa. Luego era el beso en la frente, la hogaza de pan preñada de matanza, la chimenea y sus fuegos de artificio.
Mientras escuchaba el himno en su honor, Mario pensó en el tiempo, en cómo salta y observa su reflejo distorsionado sobre la memoria; el tiempo, que siempre le ganaba porque corría más rápido, un poco más rápido que sus zapatos gastados, que el rumor de los árboles y el crepitar del fuego; el orgulloso tiempo, que nunca subía al podio a recoger sus medallas porque no tienen el sabor de las hogazas; el tiempo, que sabía cómo ganarle, pero no cómo vencerle, porque aún seguía corriendo, en días de lluvia, por el camino del bosque.
Hermosísimo y poético relato, Antonio. Alguien que se conforma con lo «poco» que le ha sido dado. ¿Para qué más si con eso, y su recuerdo, se es feliz? Enhorabuena y suerte. Un saludo.
Muchas gracias por tus amables palabras, Jesús. Comparto esa visión de que vivir es ir sumando unos cuantos «pocos». Un abrazo.
Yo, también, digo lo mismo. Bonita y poética historia con toques nostálgicos que conmueven.
Saludos cordiales, Antonio
Pues un montón de gracias, María Jesús. A mí me conmueve saber que algo que escribo pueda llegar a conmover a quien lo lee. Un abrazo.
Antonio, emotivo y sentido tu cuento, ambientado de poesía. Suerte y saludos
Mil gracias, Calamanda. Me tira el verso, es algo que no consigo evitar. Un abrazo.
Supongo que debe ser así, que cuando se alcanza el podio la memoria se vuelve hacia los orígenes, «con un rumor húmedo», en lugar de repasar los infinitos esfuerzos y privaciones. No lo sé, pero me gustaría que así fuera.
Muy buen relato, cargado de imágenes poéticas y olor a bosque.
Suerte y abrazos,
* Olor a pan, quise decir 😉
Pues qué bonito que mi relato huela a pan, me ha gustado mucho esa imagen, también todo lo demás. Mil gracias y un abrazo.
Para bonito tu comentario, Ana. De veras ha sido un placer leerlo. Muchas gracias y un abrazo.
Me uno a los comentarios anteriores. El redactado del relato es bello y me gustan las sensaciones que nos transmite, nos llega el bosque, los charcos, el pan,…
Un abrazo.
Carme
Mil gracias por tu amable comentario, Carme.
Un abrazo