122. El silencio de las gaviotas
Cada tarde se les ve en lo alto del acantilado, en El Pico del Silencio.
La pequeña María mira al viento. Su imaginación cruza el horizonte, hasta la otra esquina del mar, por donde ve a su padre regresando en el viejo bote.
Manuel, que ya tiene once años, aprieta la manita de su hermana deseando contagiarse de ese sueño. También cree ver la silueta que ella apunta, allá lejos, viniendo del infinito, y comparte su entusiasmo.
Después la explica que era el agua que jugaba con las sombras.
-Papá volverá mañana o en cualquier momento, cuando el sol sea amarillo y no amenace la tormenta, como el día que se fue-.
Mientras tanto, acaricia el amuleto que cuelga de su cuello. Lo talló él mismo con aquel trozo de madera, tan familiar como querido, que el mar arrastró a sus pies dos días después de la marcha de su padre. Lo trajeron las mismas olas que se llevaron mezcladas sus lágrimas y su infancia.
Solo las gaviotas conocen su secreto.
Al irse, María deja fantasías y besos en el aire, mirando al mar. Manuel deja una oración sobre el silencio, mirando al cielo.
Ya lo repartirá el viento.
Precioso, y muy bien escrito. Suerte, Laly
Coincido con Luis: precioso.
Bienvenida Laly, me encanta «verte» por aquí.
laly, evocador y bien llevadas las imagenes y la narrativa del relato. Suerte y saludos
Gracias chicos.
Encantada de estar con vosotros y disfrutar de vuestros maravillosos relatos.
La culpa es de Yolanda.
Muy bonito Laly. Aunque lo tenemos difícil, hay mucho nivel por aquí:)
gelines.