53. El último tren
Al coger aquel tren, sabían que ya no regresarían. Lo vivido en aquella ciudad formaría parte de su historia. Sólo la añorarían.
Al subirse, sabían que sólo se tenían el uno al otro. Que sólo ellos podían sostenerse y acompañarse en el futuro desconocido que avanzaba, veloz, por el ventanal del vagón.
Tras comprar los billetes se les dibujaron lágrimas en sus ojos cansados que resplandecieron las arrugas que vestían sus rostros, nublándoles la mirada y el paisaje de la estación.
Al dejar sus maletas en el vagón, recordaron la ropa que no llevaban, los zapatos desgastados que calzaban y los hijos que jamás lograron tener, aquellos que nacieron sin vida.
Antes de sentarse y dejarse vencer por el sueño, sabeedores del largo viaje que emprendían, se miraron el uno al otro. La misma primera mirada pero con más vivencias e historias compartidas. La misma mirada brillante de cuando se conocieron siendo unos niños.
Se besaron y se sentaron mirando al futuro. Ella posó su cabeza sobre su hombro y él la rodeó con su brazo. Se durmieron bajo el susurro de los combates y la sangre dejada atrás y de las palabras:
TE QUIERO
que siempre se decían.
Dura realidad e¡de esa pareja, Marcell.
Besicos muchos,