128. El Valiente
Érase una vez una familia de campesinos que vivía cerca de un bosque oscuro, atravesado por un río de aguas frías y turbulentas.
El otoño tocaba sus últimos acordes, cuando los chicos notaron, en el hueco de un árbol, dos luces fosforescentes. ¡Un gato! exclamaron. ¡Un gato salvaje! Éste dio un salto y aterrizó a sus pies. Era inmenso, pero se mostraba manso. Lo adoptaron en seguida. El Valiente pasaba felizmente los días, cazando ratones e incluso serpientes.
Al caer la nieve, los chicos lo metieron en casa. Pero El Valiente no tenía buenos modales: aveces hacía sus necesidades bajo la cama y arañaba las muebles. El padre decidió deshacerse de él y lo llevó a la otra orilla del río. Los chicos lloraron mucho, pero con el tiempo empezaron a olvidarle.
El próximo invierno, por la Noche Buena, el menor de los chicos oyó un maullido y abrió la puerta. Ahí estaba El Valiente, delgado y hambriento: había cruzado el río congelado y había vuelto a casa. Todos estallaron en lágrimas de alegría, especialmente el padre, que nunca más lo alejó desde entonces.
Ésta es una historia real, que mi mamá solía contar durante las noches de invierno.
Hola, Nicoleta. Me sé de alguien que tenía una gata y había tenido gatitos. Un buen día decidió meterlos en un saco y arrojarlos al río, pero cuando regresó a casa esos mismos gatitos le estaban esperando en la puerta. Es, al igual que la tuya, una historia real, y también nos la contaban en casa en las noches de invierno, con cierta ternura añadida, como si a una buena persona le fuera imposible hacer algo malo aunque lo intente.
Multumesc, la revedere.
Gracias, J. Ignacio, por el comentario (y por las palabras en rumano!) Eu îți mulțumesc. (= Yo te lo agradezco.) Los animales tienen sentidos especiales. Este tipo de regreso a su casa desde grandes distancias es mas caracteristico a los perros. Por eso, en el caso de un gato, me pareció un acontecimiento fuera de lo común. Saludos.
Pues lo cierto es que, haciendo memoria, recuerdo que cuando mi madre era pequeña también tuvieron en casa un gato salvaje, entre otros bichitos… incluido un erizo, que en su primera noche hizo un agujero en el suelo y pasó a la casa de al lado. ¡Cuántos recuerdos me ha traído tu relato!
Lo del idioma es porque hace años tuve una buena amiga en Bucarest, y también una profesora rumana, pero apenas me acuerdo de 4 palabras.
Ne veden in curand (hasta pronto – o algo parecido, jaja!!)
J. Ignacio
Hola, Nicoleta.
Una historia contada a la antigua usanza, pero seguro vigente. Ni el animal olvida ni el dueño a la postre. Si tu mamá contaba otras historia será una delicia que nos las cuentes tú. Un beso.
Hola, Martín. Gracias por el comentario. Nos hacen falta hoy día los cuentistas auténticos, no los que escriben, sino los que saben contar por vía oral. Mi madre tiene un talento de este tipo, que yo nunca podría alcanzar. Un abrazo.
Y como tal nos la has trasladado tú: como un cuento de los que a todos nos gusta escuchar, aunque no estemos en invierno. Enhorabuena, Nicoleta. Un saludo y suerte.
Hola, Jesús. En España vino la primavera, pero por aquí fue un invierno severo, en mi jardín hay todavia nieve:) Gracias por tu comentario. Un abrazo.
Nicoleta, bonita historia para contar a los mas pequeños y hacerlos interesar por el mundo de los animales y sus cuidados. Suerte y saludos
Me alegro de que te haya gustado, Calamanda. Los animales pueden enseñarnos, sin palabras, algunas cosas sobre nosotros, los humanos. Un abrazo.