83. El viaje
Abierta sobre la cama, todavía vacía, la maleta sonríe amenazante. El muchacho la contempla con una asfixiante sensación de vértigo en el estómago. Tanto tiempo como lleva soñando con el viaje, tantas noches en vela, tanta ilusión. Y ahora… ese miedo que a traición se le cuela entre las tripas, ese miedo que implacable martillea sus sienes. Pero no puede echarse atrás, ya no. No habrá otra oportunidad, lo sabe. Es este su momento y debe aprovecharlo. Marchar, descubrir el mundo, volar lejos muy lejos del hogar y un día, tal vez, regresar.
《¿Listo? nos vamos, prepárate》, muy suave y muy bajito le reclama una voz al otro lado de la puerta. Su corazón entonces se acelera, lo siente latir sin control y una inoportuna sensación de claustrofobia lo asalta por sorpresa. Nunca le gustó la oscuridad, sólo fingía ser valiente pero no es ya tiempo de arrepentimientos ni lamentos. Resignado, muy asustado, respira hondo del modo en que ha practicado durante los últimos días, la angustia cede poco a poco, se desviste, murmura una plegaria triste y dolorida y, al fin, con una pirueta digna del mejor contorsionista, se acurruca dentro de la vieja maleta y cierra los ojos.
Qué tristeza saber que alguién solo dispone de esa forma inhumana de viajar (por llamarle de alguna manera) como único modo de tratar de alcanzar unos sueños que todos merecerían, por el solo hecho de nacer. Además, lamentablemente, por un motivo u otro (ser víctima de alguna mafia, ser descubierto y rechazado, ser abandonado…) pocos llegan a disfrutar de ese paraíso por descubrir. Suerte y un saludo, Marta.
Muchas gracias Jesús. Así es. Una realidad terrible que muchas veces no queremos ver…