36. El viaje
Nos empeñamos en viajar a la Isla de Pascua y lo conseguimos. Y después de un vuelo nocturno, surcando el cielo de diversos países, llegamos al amanecer, agotadas pero con buen ánimo. Nada más bajar del avión nos obsequiaron con los famosos collares de flores y un coche de la agencia nos esperaba para llevarnos al hotel.
Una vez instaladas, desayunamos y nos marchamos a la playa. El día parecía radiante, nada hacía presagiar el desastre que nos aguardaba. Tumbadas en la arena planeábamos la estancia, cuando de repente el sol se ocultó tras unas nubes que consideramos pasajeras. Pero no fue así. El cielo se oscureció y comenzó a soplar un viento desapacible y fuerte. Comprobamos que la gente recogía y se marchaba…
Nosotras nos resistíamos, no queríamos marcharnos. Hasta que de pronto vimos cómo se desplazaba desde lejos una ola gigante hacia nosotras. Corrimos pero fue inútil. Aquella muralla de agua se estrelló contra la costa arrasándolo todo, sembrando el desorden y el pánico. Nos metimos dentro de un tubo de una alcantarilla, con tanta suerte que el agua nos cubrió hasta la cintura. Cuando salimos un sosegado y silencioso caos imponía un nuevo paisaje en la Isla.
Tras la tormenta viene la calma, después de un tsunami también. Entre el escenario de paraíso anterior al fenómeno natural y el posterior de catástrofe hay una gran diferencia, pero disipado el peligro, la calma última, si no belleza, aporta, al menos, tranquilidad y alivio.
Un abrazo y suerte, M.Paz
Muchas gracias Ángel. Un saludo!
Mª Paz, confieso que he dado un respingo cuando he visto esa ola gigante. Espera una DANA/gota frío/ciclogénesis explosiva y semejante muralla de agua me ha asustado. Y sí, el silencio después de algo así debe ser impresionante.
Un abrazo y suerte.
La verdad es que si lo imaginas asusta y mucho. Un abrazo y gracias por comentar.