80. EL VIEJO SILENCIO
– ¡Tenemos que salir de aquí!
– Vete tú, si quieres. Yo no pienso irme sin ella.
– Todo esto es absurdo. Ni siquiera la conoces.
– Te equivocas. Cuando la vi paseando en la cubierta, supe que la conocía desde siempre. Que la había esperado toda mi vida.
– Conmovedor. Pero, ¿por qué la estamos buscando en los camarotes? ¿Qué te hace pensar que no ha dejado ya el barco?
– Sigue aquí, lo presiento. No sé, puede que se haya quedado encerrada, o que no sepa encontrar la salida.
– ¿Puede? ¿Puede? Mira, yo no pienso morir aquí. O vienes conmigo ahora, o…
– ¡Espera!
– ¿Qué pasa?
– ¡Allí! ¡La luz! ¿No ves la luz?
– Pero…
– ¡Vamos!
Cuando entraron en el camarote, descubrieron que su único ocupante era un extraño calamar fosforescente, que salió disparado en cuanto vio amenazada su soledad. Los dos peces abisales se miraron confundidos, mientras descendía sobre ellos el viejo silencio, cargado de oscuridad y melancolía.
Amor entre peces, precioso.
Suena a reencarnación este relato. Me pareció muy original.
Un abrazo y suerte.
¡¡Cómo me has engañado con el calamar!!
Pero hasta así, me gusta.
Gracias por vuestros comentarios. Feliz travesía
Muy original tu relato, con ese final sorprendente.
Saludos
Claro, he tenido que volver a leerlo para cambiar la cara de sus protagonistas. Cómo cambia la historia! Y, añadiendo el título…perfecto ese abismo, negrura y soledad del naufragio, rota por la fosforescencia.