73. Elogio de la nieve (Cristina Requejo)
Cuando entré, seguía dormida en el sofá; había dejado los esquís tirados en el porche. Ella y su manera de decirme las cosas. El plan de esquí que había ideado no le gustó desde el principio, porque entonces ya aborrecía el frío y la competición tanto como la posibilidad de que estuviéramos a solas. Qué lejos había colocado sus medallas, y aquellos días felices.
Me serví una copa de vino y permanecí un rato observándola. Imaginé que estaba muerta, que su cuerpo inerte era el resumen que me dejaba de su vida. La idea me produjo un bienestar perverso que me llevó hasta el lavabo, donde lloré al pensar que todo tiende a desaparecer, afirmación recurrente que me habita desde niña, cuando mi padre se fue con sus heridas, dejando en mí brechas abiertas, y en ella tatuada la amargura.
Salí en silencio para no despertarla y me dirigí hacia el aeropuerto. Volví a imaginarla, ahora despierta y sola, yo, desaparecida.
‘Se queda el llanto huérfano de consuelo’ –pensé-, y entonces me sentí aliviada. Era el momento de ocuparme de mis brechas.
Nunca más volví a verla, ni a saber nada de ella. Todo tiende a desaparecer.
Nos muestras, Cristina, en tu sensible relato que, en ocasiones, es mejor atreverse a tomar la decisión de cortar por lo sano antes de que las cosas vayan a mayores y ya no tengan remedio. Aquí, parece ser un caso de desgaste en la relación o, incluso, desamor entre entrenadora y pupila donde la resolución supone una catarsis para nuestra protagonista. Enhorabuena y suerte. Saludos.
‘Cortar por lo sano antes que enfermar’; pues sí, Jesús, supongo que en ese tipo de relaciones es necesario hacerlo. La clave de la relación que trata, está en este fragmento:
‘ afirmación recurrente que me habita desde niña, cuando mi padre se fue con sus heridas, dejando en mí brechas abiertas, y en ella tatuada la amargura’. Y hasta ahí puedo decir, jajaja 😉
Gracias por leerme y comentar. Un abrazo.
Cristina, tu cuento está abierto a distntas interpretaciones, Bien contado. Suerte y saludos
Muchas gracias por tus palabras, Calamanda.
Un abrazo.
¡Qué bien lo cuentas! Cuando llega el desamor, el deshielo. No obstante me entristece el final, ese desaparecer, ese no volver a saber. Suerte.
Ese final, quizá sea el mejor principio para una hija que rompe, al fin, el cordón umbilical con una madre tóxica…
Tus palabras, generosas, me alegran, Javier.
Un beso grande, amigo, y gracias.
Me has encogido el corazón, Cristina, con tu historia triste y tan bien contada.
Besito virtual.
Pues yo quiero corazones expandidos, María Jesús 😉
Muchas gracias por pararte a leer y comentar.
A veces, debemos tomar decisiones y romper con la amargura que nos detiene. Es la única forma de cicatrizar las heridas. El relato es triste, lleno de frases tristes, pero muy bellas.Mucha suerte, Cristina. Un beso.
Pues sí, María José: las heridas están para cicatrizar. Puede que parezca un relato triste, pero mi intención no era esa, sino más bien,hacer un canto a la libertad vital que, a veces, es complicada de alcanzar.
Gracias por leer y comentar 🙂
Has visto bien, Ana, y agradezco mucho tu lectura, así como tu generoso y reflexivo relato. Pienso que todos necesitamos ser cuidados de alguna manera, eso sería lo ideal, aunque en la vida, nada es ideal, y las heridas que arrastramos, tenemos que cuidarlas y ayudarlas a cicatrizar, normalmente, nosotros mismos. Pero una mano que acaricie, a nuestro lado, es un bálsamo durante ese proceso.
Un beso y gracias de nuevo, compañera.
Donde puse ‘generoso y reflexivo relato, quise escribir ‘comentario’. Madrugar un sábado y andar aún con la legaña puesta hace que una servidora tenga este tipo de despistes, y otros 😉
Una escena dura, madre e hija encadenadas al pasado. La mención de las medallas ganadas y el disgusto que le produce ahora el frío, me inducen a pensar que ese abandono que sufren está también relacionada con el deporte.
Suerte y abrazos,
Gracias por pasarte -y pararte-, Anna. Hay hilos difíciles de romper, a veces. Pudiera ser que la madre rompiera con todos esos hilos, afectivos y deportivos -a pesar de que estos últimos le hubieran brindado, a juzgar por las medallas, momentos de gloria-, para centrarse en su desamparo y arrastrar con su pena a su propia hija… Todo es posible 😉
Abrazo grande.