98. En bicicleta a por morillas de zarza.
Desde pequeñita, cuando aún era un renacuajo, su padre, la metía en un cubo de zinc, la subía en la bicicleta y, ella, con los puñitos bien apretados agarrando el borde del cubo, veía como pasaban veloces las casas, los niños y los árboles.
Aquellas tardes de verano, camino del huerto, dejaron una huella imborrable en su memoria.
Cuando llegaban al huerto y, mientras su padre regaba y recogía los frutos, ella se dedicaba a recoger morillas de zarza, vigilada de cerca por su progenitor. Le encantaban aquellas bayas que había que coger con mucho cuidado para no quedar presa de los zarzas.
Llegaban a casa, con los morritos, las manos y al ropa, manchados con el jugo de las moras. Su madre, les reprendía con una sonrisa, cómplice con el padre.
Todos los veranos, se repitieron aquellos paseos.
Tenía siete u ocho años, cuando llevaron a reparar una pequeña bicicleta a la fragua de su padre, herrero en un pueblecito de la sierra. En ella aprendió a montar, entonces, tener una bicicleta era un sueño inalcanzable y, no fue hasta pasados muchos años, que pudo tener la suya.
Hoy, sesenta años después, sigue paseando en bici.
Muy agradecida de poder participar en este concurso.
Nuria este mismo fin de semana he estado cogiendo moras y luego he hecho mermelada, por eso me ha parecido tan bonito y entrañable tu relato.
Encantada de compartir espacio contigo que al parecer te acabas de acercar.
Un abrazo.
Nuria, bonita y tierna historia. Suerte y saludos
Agradable relato, Nuria,y sí, hace no tanto tiempo una bici era un lujo que ahora los muchachos/as no saben.
Un abrazo y suerte.