72. En blanco y negro (Blanca Oteiza)
Ya nadie recuerda a la niña, aquella que vendía globos en la esquina. Llevaba siempre un abrigo rojo, como la niña de la Lista de Schindler. Es como si se hubieran escapado a los cielos y la pequeña tras ellos. Nunca compré uno, pero la veía cada tarde cuando regresaba a casa. La gente pasaba a su lado sin percatarse de ella, en raras ocasiones la vi vendiendo uno. Yo imaginaba rostros pintados de colores queriendo subir al cielo, unos reían, otros lloraban o gritaban mientras el hilo, casi invisible, los sujetaba a la tierra. Alguna vez pensé en comprar el manojo para después soltarlos y contemplarlos hasta que se hicieran tan pequeños que fueran imperceptibles.
Un día desapareció. No se la volvió a ver en su esquina. Durante varias semanas seguí mirando por si la encontraba, pero la calle la había devorado.
Pasaron los años. Una tarde, pasé por la esquina que hacía tiempo no transitaba y la vi. Llevaba un abrigo rojo a juego con sus zapatos y sus labios. Sonreía a los hombres que pasaban a su lado, pero su mirada se perdía más allá del infinito, quizás buscando los globos que había perdido de niña.
Qué bonito relato blanca. Cuánta ternura y nostalgia al mismo tiempo. Felicidades y suerte.
Besicos muchos.
Muchas gracias Nani por tu comentario.
Un beso
Desde esa vendedora de globos a esa mujer han transcurrido años de sinsabores, pérdida de inocencia y de ilusión. No conocemos los detalles, pero podemos suponer una cadena de avatares que han transformado un pasado entrañable, que mucho prometía, en un presente sórdido.
El escenario es el mismo, pero la persona se transformó en otra en una evolución a la inversa, aunque conservase el nexo del abrigo rojo.
Un relato completo, primero dulce y luego agrio, cargado de simbolismo, con un final sin colores que maticen la triste derrota de la protagonista, bajo el prisma de un narrador con el que nos identificamos.
Un abrazo y suerte, Blanca
Muchas gracias Ángel,
Leo que has entendido perfectamente la historia, has hecho un estupendo análisis.
Un fuerte abrazo.
En la pérdida de los globos se lee la pérdida de inocencia que quitó el color al mundo de la otrora niña que, con su mirada perdida en el infinito, aún los/la sigue buscando…
Una historia agridulce, contada en clave de rojo.
Felicidades, BLANCA, y mucha suerte,
Mariángeles
Gracias Mariángeles,
Como bien dices, con los globos perdió la inocencia y su vida dejó de tener color, pero en el fondo tiene esa nostalgía (o sueño) por volver a encontrar los globos que le devuelban el color.
Un abrazo
Hola, Blanca. Nos dejas algunas imágenes muy hermosas y sugerentes mientras vas desgranando el relato de una vida, por desgracia, permanentemente triste e injusta. Curiosamente, se supone que aquello que «ofrece» (y ofrecía) nuestra protagonista a los demás (los globos, su compañía…) llevaba la alegría a sus posibles compradores. Y todo ello, a cambio de su niñez, su vida, sus ilusiones… Buena historia. Enhorabuena y serte.
Jesús, muchas gracias por el comentario. A veces la vida te quita la niñez de golpe y te muestra una cara menos amable. Aunque a veces los globos pueden volver para dar color de nuevo, quíen sabe.
Un abrazo
Precioso relato, tiene el matiz que pones en cada uno que escribes. La historia triste, pero se adivina en una niña así.
Enhorabuena. Un abrazo.
Virtudes, gracias por tus palabras. Un abrazo fuerte.
Duro y delicado a partes iguales. Buen relato, Blanca
Muchas gracias por tus palabras.
Un saludo
Parece que esos globos acabaron explotando. Cuando a un niño se le escapa un globo, le queda, no sé, la incógnita de hasta donde llegará. Cuando explota, se acabó, como la inocencia de esta niña.
Genial.
Suerte, un abrazo.
Muchas gracias Alvaro por tu lectura y comentario.
La vida de los globos es así, tiene emoción hasta que explota.
Un abrazo