27. EN PAZ
Mi vida ha sido desgraciada, y tras la sentencia, además será corta, pero recuerdo momentos dichosos. De niño, como castigo por haber fumado en los retretes, inscribieron a toda mi pandilla al coro del colegio, donde acabé odiando semejantes himnos sobre la viña del señor. Pero lo que menos me gustaba, de verdad, era escuchar la voz de aquella repelente de la primera fila, Sibylle creo que se llamaba, una niña zurda que además era sobrina del cura, un tipo siniestro. Parece ser que todo el mundo alababa a la chiquilla como a una figura del bel canto y no era más que una enchufada que lucía los mismos tonillos que una oveja afligida.
Nada me sonreía, hasta que vinieron a hacernos las pruebas de voz y el profesor del conservatorio, frustrado por mi falta de oído, le dio el tono y la vicetiple, que trató de seducirlo con esos gorgoritos, a lo que el maestro respondió con un desabrido «deja de balar y mira la partitura de una vez por todas» que la dejó helada y abatida. Al verla salir llorando del aula, allí descubrí la felicidad.
Qué pena no tener más tiempo para recordar.
Juan, me encanta como describes la situación, y cómo nos haces odiar a la repelente y alegrarnos cuando el profesor del conservatorio la pone en su sitio. Al acabar me he quedado pensando en la parte más macabra del relato: el protagonista descubre que su felicidad es ver sufrir a los demás, lo que acaba en la sentencia a muerte que nombras al principio.
Curiosa esa forma de mezclar el humor con el terror, porque no caes en ello hasta el final.
Un abrazo y suerte.
Es un personaje condenado que echa un vistazo a su pasado antes de ser ajusticiado, y así entendemos cómo ha acabado así.
Gracias por leer y comentar.
JM
Siempre he pensado que quienes se alegran con frecuencia del mal ajeno es porque no están satisfechos con sus vidas, terminan sintiendo amargura y esa hiel no les permite valorar lo bueno que hay en los demás.
Este hombre ha ido demasiado lejos, hasta el punto de ser condenado a morir. Quizá ya estuviera muerto durante todo el trayecto hasta llegar al desenlace.
Pero ni al final fue consciente. Has imprimido a tu personaje una personalidad muy definida y en consonancia con el tema a desarrollar.
Al final de su vida descubre los pocos momentos felices.
Gracias por leer y comentar.
JM
El final de la vida, cuando ya no quedan perspectivas, debe de ser un estado mental en el que, más que nunca, se recuerdan las buenas experiencias, las que en verdad merecieron vivirse. Tu protagonista demuestra ser merecedor del final con el que la justicia de los hombres le ha sentenciado (algo habrá hecho), realmente disfruta con el mal ajeno.
Una personalidad bien descrita, la de un tipo de cuidado, hasta en sus menores detalles.
Un abrazo y suerte, JM
Era cuestión de tiempo que alguien así terminara en el patíbulo.
Un saludo
Una pena que los últimos pensamientos se dediquen a regodearse en una venganza infantil. Todo un alarde, compendiar en pocas líneas toda una vida. Saludos.
La extrema unción tiene ese poder emocional.
Un saludo