76. En paz descansó
Manolo la siguió cada noche durante meses hasta que la descubrió bañándose en el lago. Entonces, sin dudarlo un instante, se lanzó al agua, la apresó, y la encerró en su vieja cesta de picnic. Algunos minutos después, frente al mausoleo familiar, miraba el nombre de su Isabel esculpido en mármol, y retrocedió en el tiempo. Habían pasado ya cincuenta años desde que, sentados sobre la hierba de la montaña más alta de Villanueva del Rosal, él le prometió la luna, y ella le regaló su amor. Desde aquel momento, no había conseguido acallar los gritos de remordimiento por no haber cumplido su palabra. Hasta aquel instante. Sonrió, y se tumbó en el espacio reservado para él, bajo una lápida con su nombre. “Aquí la tienes, mi amor”, dijo, antes de cerrar los ojos por última vez.
Hoy, los científicos de medio planeta siguen buscando una explicación a la desaparición del satélite. Solo los habitantes de Villanueva saben, sin lugar a dudas, que tiene algo que ver con el extraño resplandor que sale del cementerio, y con el bueno de Manolo, cuya alma, que veían vagando por los montes entre lágrimas, había desaparecido para siempre.
Hoy he escuchado en la radio que uno de los twitter más seguidos hoy era «no baja la tapa del water, y va a bajar la luna» y me he acordado de este relato tuyo.
Tu protagonista si que era un hombre de palabra. Aunque está muy lejano en el tiempo. ¡Un romántico!
Raúl, romantica y bonita historia bien contada, suerte y saludos
Así somos las que nos llamamos Isabel, capaces de conseguir la luna, hasta después de enterradas.
Tendré que tener cuidado con lo que pido.
Me ha gustado la aventura de Manolo que por fin pudo descansar en paz.
Bonita historia llena de romanticismo que va creciendo a medida que se lee. Singular tu protagonista, sin duda. Mucha suerte 🙂