38. En riguroso directo
El reportero suda la gota gorda intentando entrevistar a algún transeúnte que se atreva a merodear por aquel paraje desértico en plena ola de calor, a unos metros de una playa recóndita y muy concurrida, para la conexión en directo del informativo de las tres de la tarde. El cámara y él han olvidado llevar agua y empiezan a sufrir las consecuencias de la deshidratación, pero allí están, aguantando el tipo porque en cualquier momento les darán paso, cuando de repente le quitan el micrófono de las manos y escucha una voz que dice: “No hay nada como un sol que parte las piedras…” y ve al lagarto devolviéndole el micrófono, colocándose con mucha parsimonia y estilo las gafas de sol y dedicándoles un saludo antes de marcharse.
—¿Has visto eso?¿Lo has grabado?
—¡Jorge, Jorge, despierta!— Le dice el cámara mientras le da palmaditas en la cara— ¡Estás delirando, te ha dado un vahído, me has dado un susto de muerte y entramos en treinta segundos!— Y el reportero, profesional como él solo, se incorpora, se sacude un poco la ropa, sonríe a la cámara y comienza su crónica en tres, dos, uno…
El propio reportero casi se convierte en noticia. Demasiado trabajo, estrés y sol son un cóctel que explican ese mareo. Pero un profesional siempre sabe llegar a tiempo para dar la cara. Lo importante es lo que se ve, no la trastienda de la noticia. La lástima es que el sueño era bien curioso, pero ni siquiera con la consciencia dormida deja de intentar cumplir con su trabajo.
Muy divertido, Ana. Un abrazo
Gracias, Ángel. Siempre me he preguntado por qué narices un reportero se tiene que derretir a pleno sol, meterse en plena riada o soportar una ventisca solo para dar fé de que está ocurriendo, como si fuera imprescindible verlo sufrir esos rigores… Un abrazo.