118. Encrucijadas
Dicen que, en algún momento de la vida, los destinos se bifurcan y elegimos qué dirección tomar. Las almas puras escogen senderos sin asfaltar que las conectan con la tierra, se elevan por encima de las tentaciones, y se quedan prendidas en los campanarios. Las más intrépidas se lanzan en picado y entran en la ciudad, donde pasean por calles de alquitrán y palpitan al ritmo de emociones mundanas. No importa cuánto se oscurezcan en el viaje; al final, una fresca lluvia de inocencia les devuelve su color limpio y brillante. Pero cuentan que algunas de ellas se pierden en negros callejones y portan paraguas a prueba de lágrimas. Las reconoceréis porque, al ocupar su forma humana, no dejan de vigilar sus espaldas. Todas confían en encontrar la sombra de la infancia que un día abandonaron al doblar la esquina.
Quizá sea posible vivir sin sombra, puede que nadie sea tan observador como para darse cuenta de qué es lo que le falta, pero tal vez esa inquietud que no abandona a las personas, ese buscar incesante sin saber muy bien el qué durante toda la existencia, provenga de esa separación en origen de la que no acabamos de ser del todo conscientes.
Interesante relato, María.
Un saludo