ENE153. RECORTES, de Francisco Senís Fernández de Ybarra
Cuando despertó, como siempre desde hacía cuarenta años, al Sol todavía le faltaba mucho para salir. Sin embargo, Isidoro solo tardó doce minutos en salir de casa, a cumplir su misión. Una vez en su puesto, Isidoro continuó barriendo: movimientos regulares, siempre de izquierda a derecha, con la presión justa, la barrida perfecta. Cada cinco metros un montoncito; cada cinco montoncitos una parada: retrocedía y los recogía introduciendo los residuos en el carro. Estaba dejando la acera del viaducto como los chorros del oro, como siempre desde hacía cuarenta años, con el orgullo y la responsabilidad del que se sabe el mejor barrendero de la ciudad. Como siempre desde hacía cuarenta años, sin faltar ni un día, uniforme impoluto, botas relucientes; sin dejarse jamás una colilla, ni un papel. Como siempre para cualquiera que lo viera al pasar, pero no para él. Al llegar al centro del viaducto, sin pensarlo saltó. Su último pensamiento no fue tanto para los ajustes del Ayuntamiento como para el joven y condescendiente encargado que con cierto cruel deleite le hizo saber lo poco valorado que era su trabajo.
Es todo un hermoso homenaje a mucha gente menospreciada, a mucha. Bienvenido, Francisco (creo no haberte leído antes), y gracias por compartir esta joyita.
Una profesión necesaria pero nada valorada por los viandantes, y una decisión la de tú protagonista Francisco muy valiente y esperemos que no cunda el pánico y la gente se apunte al viaducto.
bienvenido al club de los que escribimos para todos los que por aquí deambulamos .
Puri, difiero que la acción de Francisco fuera valiente, más bien fue de persona que es muy vulnerable y las circunstancias situan en un callejón difícil de evitar. Pero hay salidas, basta con retroceder y buscar la luz. No será fácil, pero la vida vale la pena vivirla, o como mínimo pelearla.
Saludos.
Francisco, triste final para un trabajo tan organizado y bien llevado. Suerte y saludos.
Hay gentuza así, pero no valen un salto. Cuando uno cree en lo que hace o vale, eso es lo que importa.
Buen relato.
Muy buen relato. Sencillo y perfecto retrato de muchas realidades.
Muchas personas siguen por encima de todo lo que les pase, son un ejemplo a seguir. Pero desgraciadamente no todas tienen ese temple. Cuando una persona toma tal decisión, probablemente ha aguantado muchas más cosas. Luego una frase, un desaire puede ser el detonante para perder toda la ilusión y la fuerza para vivir. Cuando se llega a ese punto es muy fácil poner término a una vida.
Lo peor de todo es que la otra parte nunca sentirá el menor arrepentimiento, ni la menor empatía con su víctima.
En un hospital de Inglaterra, los trabajadores se pusieron de acuerdo para que en cualquier unidad que hubiera alguien acosando a otra persona, fuera quien fuera el uno y el otro, todos afeaban su proceder al acosador, hasta obligarle a cambiar de actitud. Dicen que en aquel centro lo lograron, lo que redundó en un mayor bienestar general, en una mayor productividad, y en un descenso del absentismo laboral. Si una persona en su centro de trabajo se siente valorado y respetado, sea cual sea su trabajo, esa persona es mucho más productiva y todos se sienten más felices. Se crea un clima de buena armonía.
El acoso no se ha tenido en cuenta hasta hace poco, siempre se piensa que solo es cosa de uno, a resolver por uno pero este punto de vista es erróneo. Cuando ésto se da, afecta a todas las estructuras de la sociedad. Y sin quererlo, los que hacen la vista gorda y lo pueden evitar, muchas veces se encuentran con un problema mucho mayor y que les estalla en las manos.
Un relato muy completo sobre lo desasosegante que es la vida a veces. De mis preferidos este mes.
Suerte!