93. Enfermedad neurodegenerativa de nueve letras (Luisa Hurtado)
Durante los primeros años de vida apenas fui consciente de su presencia y de su sonrisa, pero supongo que siempre supe que estaba ahí, que podía recurrir a él si tenía algún problema. Sé ahora que me vigilaba de reojo mientras iba rellenando con letra pulcra, poco a poco, los libros de pasatiempos con los que siempre se entretuvo.
Cumplí años, soplé velas y pasamos las tardes juntos, cada uno en sus juegos y en sus tareas.
Hoy, recién cumplidos diez años, sintiéndome mayor y fuerte, me paro junto a él y lo miro. Su sonrisa sigue ahí, pero no tiene gracia alguna. Sus ojos están fijos en un punto más allá de mi espalda pero no me ve. Estamos a la misma habitación de siempre pero está perdido, y yo no logro encontrar a mi abuelo en él aunque lo sea.
Bajo la cabeza. El cuaderno de pasatiempos está en sus manos, abierto por la página 36 con ese laberinto gigante que no creo que vaya a terminar nunca. Es entonces cuando decido dejar de jugar, que lo haré yo y que lo traeré de vuelta.
Vaya qué pena que la solución sea Alzheimer. Qué triste es tu relato. Este es otro de los temas architratados y has conseguido darle una nueva mirada, la del nieto de diez años que sí puede recordar a su abuelo en mejores situaciones que la presente. Me ha gustado mucho y tienes muchas posibilidades de entrar en verano con el micro seleccionado. De los que más me han gustado bajo tu firma.
Gracias, Lorenzo.
Soy consciente de que… es un tema muy muy tratado, tienes toda la razón.
No sé si tengo probabilidades o no (más bien pienso que no, fijate) porque… si bien no me pasa todo lo que me gustaría por aquí, he escrito algunos otros (hace miles de años) que me han gustado más y no han sido seleccionados.
En cualquier caso, gracias, muy amable.
Luisa, nos dejas pensar que para un niño no hay nada imposible, eso cree él, y nos lo dices de forma amable y positiva. Suerte y saludos
Hola, Calamanda.
Si, para un niño no hay nada imposible y quizas, vete a saber, los médicos algún día pueden resolver este laberinto del que no hemos encontrado la salida.
Un beso, Luisa
Una palabra de nueve letras, que es a la vez una enfermedad terrible,ha hecho de una persona, sin duda maravillosa, poco más que una sombra.
Los finales siempre son terribles, de una forma o de otra, pero lo son mucho más si conllevan un desangrado lento y previo.
Un relato duro, que contrasta con el toque de ternura del punto de vista infantil.
Suerte y un saludo.
Hola, Ángel.
Para mi es como si repente el pequeño es consciente de la deuda que tiene para con su abuslo y intente, como sea, ayudarle.
El cariñó es mágico y tierno.
Gracias
Describes con una gran delicia y delicadeza una enfermedad terrible para aquel que la padece y el tiene que cuidarla y tratarla.Un beso, mucha suerte.
El tema es delicado, Belén, hasta hoy solo conlleva dolor.
No sé, quizás si el niño resuelve el laberinto de la página 36…
Me ha gustado mucho. Muy emotivo.
Besos
Gracias, Isabel
Jo, que triste, Luisa. Me has dejado encojidito el corazón. Suerte, guapa!!!
Besazos
Hola, guapetona.
Para corazón encojido el que me dejaste tú con… espera que pongo el enlace para que los que quieran puedan leerlo
http://vanalaire.blogspot.com.es/2014/06/dos-muertes.html
Un beso
Me parece un relato precioso tratado con muchísimo sentimiento. Otra propuesta que por mí se postula para lo más alto. Tu historia llega, toca el corazón, provoca sentimientos y además está contada con unos giros deliciosos. ¿Qué más se le puede pedir?. Mucha suerte 🙂
¿Qué más se puede pedir después de un comentario como ese?
Absolutamente nada, muchas gracias
Muy bueno el relato y muy bien visto el «laberinto».
Un saludo.
Si lo fuera, me explico, si el Alzheimer fuese un laberinto quizás sea posible soñar con una soñución, puede que ese niñó cuando crezca…
Gracias
El optimismo del niño, me encoje el alma. Muy bonito tu relato, Luísa. Felicidades.
Pero el niñó quiere a su abuelo y eso ensancha el alma, ese que se te ha encojido.
Eso sí que es bonito.
Gracias
Fantástico relato, Luisa. Narrado con la dosis justa de sensibilidad, sin pasarte. El punto de vista centrado en el niño es un gran acierto.
El mejor laberinto que he leído hasta el momento. Felicidades.
Suerte y abrazos
El mejor laberinto???
Tienes que leer más!!! (es broma, eh?)
Gracias, muy amable
Precioso y sentimental relato. El nieto a su manera, recuperará a su abuelo.
Felicidades
María, no lo ha perdido, no va a dejar que se lo quiten, ni un poco.
No es maravillosa esa convinción?
Gracias y un beso.