61. Engaño
Sube el volumen, muy despacio, y gira el dial buscando hallar otra emisora que no sea la que emite en el pueblo. Un día más debe conformarse con escuchar las mismas canciones y la voz engolada del locutor que lo acompaña desde hace décadas. El mismo que hoy vuelve a insinuar que el dictador está a punto de caer, que la oposición cada vez es mayor y solo queda esperar un poco más.
A él ya le da igual. Sus ideales se han ido apagando según lo hacían sus ojos. Lleva demasiado tiempo escondido en el desván y solo quiere disfrutar sin miedo del resto de su vida. Anhela pasear con su mujer, que el sol golpee en su rostro, recordar a qué huele el campo… Nadie sabe cuánto se añoran las cosas más simples cuando tu única compañía son un camastro y una bombilla minúscula.
Quizás sea mejor que nunca sepa que la guerra terminó hace años y que ganaron los suyos. Cómo explicarle con quién pasa las tardes su esposa. Cómo decirle que la voz que mitiga por las mañanas su soledad es la misma que entre risas cómplices le susurra a ella obscenidades al oído.
El único contacto con el exterior de un encerrado que teme por su vida, un topo, es la voz de un falso locutor que crea una realidad inexistente, un montaje basado en una mentira, persistente en el tiempo, sin rastro de vergüenza en quien la sostiene, con la única finalidad de retener a quien es un estorbo, por aquello de que «tres son multitud». Si alguna vez el engaño cruel queda al descubierto, es de imaginar un drama inevitable. De momento, la desventura solo afecta al infeliz protagonista, a quien liberaríamos con gusto de esa reclusión tan injusta.
Un abrazo y suerte, Miguel Ángel
Menuda radiografía de la historia has hecho. Yo no habría sido capaz de explicarla así de bien.
Es una pena lo que le espera al protagonista. No sé si le merecerá pena salir del encierro.
Un abrazo Ángel
Pues sí que está engañado, sí. El mundo ha virado apocalipticamente para él y hay está el hombre, haciendo planes para cuando salga. Lo peor es que eso no solo pasa en la ficción. ¿Cuántos incautos, a lo largo de la historia, han aplazado o lo están haciendo para vivir después? Eso no existe. Vivir después, no existe.
Feliz noche y suerte.
Se supone que se trata de eso, de vivir el momento, pero a este hombre le pudo primero el miedo y después la farsa que montaron a su costa.
Mercedes muchas gracias por tu comentario. Saludos!!
Imagino que ser un topo escondido y aislado en algún lugar lúgubre supone un deterioro mental y físico para cualquier ser humano, pero que sea inducido por quien aparentemente le ama, puede destrozar la mente si lo llega a saber. Décadas. No sé que es más difícil, engañarlo o estar todo el santo día pendiente de hablar por la falsa radio. Buen relato basado en realidades de otros tiempos que, esperemos, no vuelvan. Abrazos y suerte.
Al pobre le ha tocado en suerte una vida que no se la desearía a nadie.
Como tú dices, ojalá este tipo de situaciones nunca más vuelvan a darse.
Rafael muchas gracias por pasar y comentar. Saludos!!