92. Ensoñación
Los primeros en dormirse fueron los del vagón de tercera (Los pobres, ya se sabe, tienen más sueños, o al menos más profundos) Luego le siguieron los pasajeros de segunda clase, los del vagón de primera y, por fin, los de la zona VIP, que siempre se las arreglan para destacar en algo. El maquinista tardó algo más en coger el sueño, porque es un tipo profesional, de esos que no considera ético dormirse manejando una locomotora. Dormidos al fin todos, se rumiaba la tragedia: el convoy, sin mando alguno, se aproximaba a la estación de destino. Por fortuna, aquel día todos se quedaron dormidos: el jefe de estación, el vendedor de periódicos, los viajeros e incluso aquellos que, pañuelo en mano, van a despedir a los trenes que se marchan, aunque no conozcan a nadie. Por fin la musa, dándole un codazo cómplice al escritor, le susurra al oído:
—Me parece que éste relato se te ha ido de las manos.
Seguro que la musa sabrá iluminar al autor para que pueda cerrar esta historia, que no parece tener salida, con un final sorprendente, de esos que nadie se espera, ni él.
Sabemos que Lope de Vega fue muy prolífico, tú vas por el mismo camino. No está en mi ánimo hacer comparaciones, pero, al igual que él, no solo escribes mucho, sino que también lo haces bien, de ahí el mérito.
Un abrazo y suerte, José Manuel
Bueno, el gran Lope creo que tiene más de mil obras de teatro ¡¡Mira si queda!! Gracias por tus palabras, Ángel ¡¡Y abrazo!!
José Manuel, original y bien llevado tu ploanteamiento. Suerte y saludos
¡¡Gracias, Calamanda!! Yo lo he intentado hasta que la musa me ha dejado colgado… »Saludos!!
Esa musa está jugando a dos bandos. Por un lado le insufla ideas y ya que estas están sobre la marcha lo frena en seco.
El final se augura explosivo.
Suerte y saludos.
Sí, jé, las musas ya se sabe que son juguetonas. »Gracias por pasar, Virtudes!! Saludos»