14. Entrega
Acostados unos junto a otros, adocenados pero cómodos, anhelamos el momento de abandonar la oscuridad y cumplir nuestra misión. Dentro, aprovechamos la espera haciéndonos fuertes, endureciéndonos, cavilando cómo satisfaremos deseos ajenos, mientras nos afirmamos en nuestro deseo de ser útiles. Una vez en el exterior, nos fundiremos como amantes, sumergidos en sueños gaseosos o coloridos, que antes, en nuestro encierro, intentábamos adivinar inútilmente. Somos modestos, nadie repara en nosotros hasta que faltamos, arruinando la copa, el refresco del niño picado por el sol o la bolsa que alivia una frente resacosa. Somos seres entregados, poco reconocidos, a los que les gusta desaparecer lentamente, abrazados los unos a los otros, dándolo todo, abrasados de calor ajeno o lamiendo un dedo juguetón que nos monta en un carrusel trasparente al ritmo de una conversación banal. La próxima vez que abras el congelador, pregúntate un instante si moriremos cumpliendo nuestros propios sueños.
No hay nada más frío que un cubito de hielo, sí señor. Confieso que hasta que lo he «adivinado», me imaginaba otras cosas dentro de ese congelador. Pero a la segunda atas rápido esas sugestivas y preciosas imágenes que llenan tu relato. A mí me ha gustado mucho este homenaje a algo «tan modesto hasta que nos falta», pero tan necesario.
Un abrazo y mucha suerte.
Los cubitos de hielo tienen su corazoncito cálido y son todo servicio, se deshacen por los demás.
Un relato que cumple a la perfección con el concepto de la convocatoria y que demuestra cómo, a partir de algo tan cotidiano, se puede crear una buena historia.
Un saludo y suerte, Mikel
Gracias, Rosy por leerme y releerme. Me incomoda el tener que forzar al lector a volver al texto para entenderlo, pero a la vez tiene su cosa descubrir cómo encajan las piezas en una segunda lectura. No sé, quería evitar cualquier alusión directa al frío.
Un abrazo
Ángel, esta vez no dejo pasar el contestarte y agradecerte tu lectura, en este y otros foros.
Un saludo