30. Envido (Javier Igarreta)
Se alistó muy joven en la legión extranjera. Ser soldado de fortuna implicaba ir a por todas. Incluso con las cartas marcadas. O jugando de farol. A veces era difícil saber a qué carta quedarse. Nunca olvidaría aquella ocasión. Era evidente que llevaban las de perder, pero les obligaron a jugársela. Todo o nada. De pronto el enemigo no era tan manco como se presumía. Ahora iba de mano. El general se negó a poner las cartas sobre la mesa. Se limitó a esbozar una maquiavélica sonrisa. Tras observar la línea del frente sacó un as de la manga. Una estratégica jugada trufada de laxitud moral. Demasiadas bajas, manifiestamente evitables. En resumen, daños colaterales. Harto de tahúres de salón, Albert rompió la baraja.
Años después, aún tuvo un ramalazo de idealismo. Concedió una baza a la utopía y se enroló con los que buscaban la playa bajo los adoquines. Pero pintaban bastos.
Siguió tentando a la suerte en una destartalada taberna de Saint Denis. No era un lugar muy propicio para la gloria pero lo regentaba un viejo camarada griego. Compartían recuerdos, olvidos y a Moustaki. Más de una noche, entre pastís y pastís tarareaban “Le Métèque”.
Un personaje inquieto donde los haya, de los que no acostumbran a conformarse con las cartas que les ha tocado en el reparto. Idealista, aventurero, le seguimos los pasos porque una vida como esa, en nada anodina, solo puede suscitar interés y hasta la envidia qie destila quien sabe ser fiel a su alma libre.
Un relato que apuesta por dar autenticidad a la vida.
Un abrazo, suerte y buen verano, Javier
Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo y que pases buen verano.