49. ESA LUZ QUE SE APAGA (Pepe Sanchis)
Habría sido difícil adivinar el escritor que se escondía bajo el seudónimo “Raimundo”. Soltero y solitario, realizaba una colaboración mensual en el suplemento cultural de aquel periódico de provincias. Como enviaba sus escritos por correo electrónico, nadie conocía su verdadera identidad. Tenía una forma peculiar de contar historias, buscando siempre la parte alegre de la vida, con un toque irónico, que gustaba a los lectores.
Por eso, resultó extraño aquel relato del mes de julio, tan alejado de su estilo habitual, donde su personaje, después de una ruptura amorosa, fallecía en su casa, habiendo cerrado a cal y canto puertas y ventanas.
Aun así, nadie preguntó por qué en agosto no apareció su relato.
Ni relacionaron el fin de sus historias con la noticia que a principios de ese mes apareció en el periódico, cuando unos vecinos habían alertado a la policía debido al olor que desprendía el interior del 7A, donde vivía ese rarito de Raimundo.
¿Quién no ha sufrido a causa de un mal de amores? Por fortuna, no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista. El problema es dejarse llevar por esa desazón profunda y provisional, que se cree, erróneamente, eterna, y no dar tiempo al tiempo para levantar la cabeza.
Todo el que escribe sabe que pone mucho de sí mismo en sus letras, incluso aunque hable de personajes o situaciones contrarias a su naturaleza. Las colaboraciones del pobre Raimundo reflejaban sus circunstancias y estado de ánimo, eran un calco de su vida, como también lo fueron de sus desamores y triste desaparición.
La crónica de un escritor, alguien que pertenece a una casta peculiar, la de los aficionados a la pluma, inquietos y sensibles, a veces en extremo; distintos, ellos y sus andanzas, al común de las personas.
Cuánto tiempo sin leerte.
Un abrazo, Pepe. Suerte
Gracias, Angel, solo por tu comentario vale la pena publicar un humilde relato. Te devuelvo el abrazo con la distancia de seguridad, claro.