81. ESCALERAS DE VIDA Y VUELTA -VALDESUEI-
A sus noventa y tres años, Práxedes está agotado de aferrase a una vida de la que ya ha deshojado todos los pétalos.
Separados por la escalera que comunica ambas plantas del hospital, Luisa, una madre primeriza, comienza a sentir fuertes contracciones.
En la sala de espera, una familia habla con resignación, como si él ya no estuviese; la otra, con alegría contenida, como si ya hubiese llegado.
Uno se ha cansado de luchar; aquí no queda nadie de los suyos. Al otro no le queda más remedio, lo han sacado bruscamente de su cálida zona de confort.
Ambos sienten un repentino frío, y el instinto les impulsa a recorrer las escaleras que tienen delante. Son las mismas, pero van en sentido opuesto.
En la mitad del recorrido, una mano nudosa de piel curtida y venas azulonas, roza levemente una manita nívea y rolliza. En ese instante, unos diminutos ojos se entornan ante la claridad de un folio en blanco que comienza a escribirse; mientras unos párpados se cierran, como se cierra un libro recién terminado.
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Precioso. Me ha encantado. Suerte y un abrazo.
Hermoso paralelismo entre el fin de un ciclo vital y el comienzo de otro, un contraste tan natural como cotidiano, a la vez que, a efectos prácticos, necesario, en tanto para para que unos lleguen otros han de dejar hueco.
Un saludo y suerte, Víctor
Muchas gracias! Es mi tarjeta de presentación por estos lares.
Un abrazo
En los hospitales desembocan muchas vidas y muchas muertes. Une los dos mundos porqué aunque en ese espacio se separen, están juntos: no hay vida sin muerte, y al contrario.
A excepción de algunos errores gramaticales, que seguro corregirás para el próximo, la simbología, las imágenes y la trama son potentes!
Nos leemos en el siguiente.
¡Bienvenido a esta casa, Víctor! Excelente inauguración, con un relato tan real como poético. Me ha encantado ese roce de manos en la escalera.
Un abrazo.
Hola Rosa! Gracias por la apreciación.
Como bien sabe Ana María, que fue quien me habló de esta comunidad, todavía voy con la L.
Víctor, qué bonito. Una ambientación realista en un hospital para una final poético. Muy chulo.
Un abrazo y suerte.
Ah, y ¡bienvenido a esta casa!