109. ESMERALDA (Carles Quílez)
Esmeralda tenía los ojos verdes y el rostro surcado por el sol de setenta siegas. Hablaba poco, como si incluso las palabras guardara; y de vez en cuando, se le hinchaba la pierna, allí donde un día la mordió un lobo.
Una noche, tan tarde ya que incluso las sombras moraban cerca del fuego, su hija Angustias llegó arrebolada a casa y, entre jadeos, pronunció un lamento:
– Ay, madre, mi María fue donde las berzas y todavía no ha vuelto.
Afuera, oyóse un aullido. Angustias, doblegados su ánimo y sus rodillas, cayó al suelo y se abrazó a los pies de su anciana madre. Enterró la cabeza en sus largas faldas y las llenó de sollozos.
Entonces fue que abrióse la puerta y entró una niña con un corderito en brazos y el gesto agitado.
– Ay, hija, que te daba ya por perdida –dijo Angustias, entre lágrimas–. Ven aquí y dame un beso.
A pesar de la hinchazón que arreciaba en su muslo, Esmeralda levantóse súbitamente, interponiéndose entre ambas, y le propinó una bofetada a su nieta. Al ver la desconcertada mirada que su hija le dedicaba, le susurró, mesurando las palabras:
– Algunas veces, hay que saber querer por dentro.
Parece que Angustias hace honor al nombre que su madre le dio y, simplemente, se lamenta, incapaz de actuar ante la proximidad de un peligro cierto para María, mientras que la ecuánime Esmeralda, atesorando su experiecia, prefiere demostrar su amor sin demasiados remilgos. Muy bueno tu relato, Carles. Suerte y un saludo.
Te saludo de nuevo, Javier, esta mañana de domingo.
Un análisis muy certero, el tuyo. No todas las personas son capaces de aunar amor y remilgos.
Saludos cordiales.
Muy bien el relato, Carles. Retratas una realidad de antaño que hoy dia persiste desgraciadamente. Pero nosotros preferimos las palabtas a las bofetadas. Suerte!
Y cosas peores, me temo, quedan todavía por esos sitios de Dios.
Gracias por tus buenos deseos, Francesc, y saludos cordiales.
Creo que algo no he captado . Quizás hayas querido decir algo más que una denuncia al abuso de poder de los mayores con la infancia que todavía existe, situándolo en las zonas rurales.
Suerte y un saludo.
Hola, María Jesús.
No pretendía hacer tanto una denuncia, sino más bien un retrato de un indeterminado e intemporal mundo rural que existe en mi imaginario.
Gracias por comentar y un beso.
Carles, deduzco que regaña a su hija ante sus expresiones de miedo a la niña. Bien contado. Suerte y saludos
Regaña y también la alecciona en lo que opina que debe de hacerse en determinadas situaciones.
Saludos cordiales, Calamanda.
Carles, deduzco que regaña a su hija ante sus expresiones de miedo a la niña. Bien contado. Suerte y saludos.
Un buen retrato Carles, nos muestras esa forma antigua de corregir, mientras la madre se deja llevar por las emociones, la abuela actúa para evitar futuros peligros.
Mucha suerte con él.
Muchas gracias por tus buenos deseos, Maribel.
Saludos cordiales.
Tu protagonista rural hace honor a su nombre, no sólo por el color de sus ojos, más aún por ser como una piedra preciosa en bruto, de pocas palabras y más actuaciones. Por el contrario, su hija Angustias, con un nombre igualmente a medida, se pierde en lamentos y preocupaciones, incapaz de algún tipo de acción más práctica, como haber ido a buscar a su hija, por ejemplo. Los métodos de Esmeralda hoy día, en que somos tan políticamente correctos, chirrían con nuestros usos y costumbres, pero ella es auténtica y fiel a la importancia del aprendizaje frente a las formas, hace lo que cree correcto.
Un abrazo grande, Carles. Suerte
Siempre es un placer leer tus prolijos y atinados comentarios, Ángel. Muchas gracias por la atención quele has dedicado a mi relato.
Abrazo.
Buen relato; después de la explicación tan certera de Ángel, qué más puedo decir.
Saludos
Pues es verdad que el comentario de Ángel vale por cien, así que…saludos cordiales para ti, Blanca.
La abuela de tu micro, Carles, no es aquella benévola anciana de los cuentos. Me gusta que la hayas mostrado como una mujer con principios, quizás demasiado dura, pero con buenas intenciones, al final.
Buen relato.
Un abrazo.
Una abuela fuerte, valiente que no se doblega ante lo que la vida le va ofreciendo, contrasta con su hija, que como su nombre dice se angustia sin hacer nada para solucionar lo que le pasa y prefiere llorar y refugiarse en las faldas que siempre le han ayudado. Una bofetada certera, aunque no esté bien mirado, pero que puede despertar lo que hay dormido.
Hay que querrer desde dentro… que bonito lo dices.
Un relato con alguna connotación poética que hace de su lectura una delicia.
Un beso Carles.