63. ESTÁN DE MUERTE
A ver, rapidito te lo cuento (que tengo prisa). Pues resulta que el Micurrias, ya sabes ese que dicen hijo del panadero (aunque gasta la misma nariz que aquel cura que marchó para el norte hace ya más de quince abriles, dicho sea de paso), salió a por cangrejos a escondidas. ¿Qué por qué a escondidas? –Coño, para que “naide” se entere de adonde los pesco– y ya no regresó jamás. Hubo mucho alboroto, pero al llegar el día de la Virgen se olvidó el tema para centrarse en los festejos.
Al verano siguiente, cangrejada tras cangrejada, había que oír al Pelanas cómo alardeaba de traerlos por sacos de un lugar al que “naide” más que él sabía llegar. Por eso, cuando apareció astillado por un rayo tras la tormenta, el Aniceto dijo que eran temas de justicia divina y que mejor no removerlo.
Tormenta de cangrejos.
A 6 euros la docena, vino y pan incluidos.
Ahora, si quieres comer cangrejos de los de verdad pues te tienes que acercar hasta el bar del mismo Aniceto, que los pone de muerte (como a él le gusta decir) y mezclan sabor a río con regusto a tierra quemada.
Se dice aquí más de lo que se cuenta. Muy buen relato.
La intrahistoria de los pueblos está llena de misterios de justicia «divina». Muy buena historia y un registro popular muy creíble.
Un saludo
JM
Que divertido, sabe a chascarrillo de pueblo…
Yo me quedo con el estilo del inicio y la graciosa historia de los cangrejos.
Original y divertido relato. Dan ganas de pedir ese menú a base de cangrejos.
Un abrazo Raúl.
Madre mía, qué cangrejada tan misteriosa. Menos mal que yo nunca voy con mi suegro a pescarlos, ni los como cuando mi suegra los prepara. Y eso que lo hace fenomenal.
Pues no soy yo ni de pescar ni de comer cangrejos pero desde luego con este relato los he disfrutado a base de bien. Lo has rodeado todo de misteriosa originalidad. Creo que el relato te lo has tenido que trabajar mucho. Enhorabuena por el resultado. Mucha suerte 🙂
Raúl, divertido y trepidante y lleno de oscuros detalles por desentrañar.
Suerte y abrazos