89. Estrella de Oriente (La Marca Amarilla)
Sonaban infantiles villancicos en el abarrotado centro comercial. Un sillón señorial y una enorme saca para las cartas de sus Majestades estaban situados cerca de la zona de juguetería. El Paje Real, al que no le gustaban las Navidades, fue contratado por un mísero sueldo que aceptó por necesidad.
Los alborotados niños entregaban sus cartas y recibían caramelos, uno incluso se interesó por los regalos que había pedido el Paje Real; él contestó que sólo deseaba salud y estar con su familia, pero eso les pareció muy poca cosa, pues todos tenían salud y siempre estaban con sus familias. El Paje Real sonreía, siempre sonreía, era su trabajo, y sabía calmar a los pequeños que lloraban, los padres agradecidos creían que tenía el auténtico espíritu navideño.
Al terminar su jornada compraba algo de cena en la tienda de su amigo Hakim. Después, en su humilde hogar de cuarenta metros cuadrados que compartía con cinco paisanos, extendía mantas en el suelo para rezar el Salat. Y antes de dormir, siempre hablaba con su familia por teléfono mientras miraba las mismas estrellas que ellos, a miles de kilómetros, también miraban; pero nunca se atrevió a decirles que era todo un Paje Real.
Un Paje Real que sólo desea salud y, sobre todo, estar con su familia, algo que a esos niños occidentales, atiborrados de regalos, les parece muy poca cosa, que no lo es para alguien que se encuentra a kilómetros de distancia, que ha de hacinarse en un piso patera y aceptar un miserable sueldo temporal. Las estrellas no distinguen entre unos hombres y otros, para ellas, todos esos seres diminutos, aunque complejos, son iguales; no imaginan que entre ellos hay profundas, injustas y artificiales diferencias.
El sábado pasado pudimos verte y escucharte en vídeo, los presentes lo tomamos como un regaño pre-navideño.
Un abrazo ¡campeón! Suerte y felices fiestas
Gracias por tu comentario, Ángel. Has dado en el clavo en tu apreciación del relato, como siempre!! Feliz año lleno de salud, el que se nos viene encima, y espero que nos sigamos leyendo!! 😉
Mi aparición en el video me hizo ilusión, pero soy muy vergonzoso! jajaja
Un saludo!
Hola, Miguel Ángel.
Hermoso cuento navideño, pero con una profunda carga de profundidad. Ya empieza el texto rebelde: no le gustaban las navidades al paje. Y conforme el texto se desenvuelve, se desenvuelve el ácido caramelo que degusta el paje entre sonrisas: las mismas de un payaso triste, pero las suyas más forzadas. Luego viene el final con sus paisanos, su familia al teléfono y las estrellas, esas cosas que aún no han monopolizado los ricos, una de las pocas res communi ómnium, cosas comunes para todos de los romanos, tan antiguos ellos. En fin, un texto hermosísimo y revelador, con ese contraste entre la celebración de dos tipos bien distintos de navidades. Una muestra más del jodido principio que rige el mundo: un principio dual. Los ricos y los pobres, por ejemplo, los fuertes y los débiles… Hay hasta tipos distintos de muerte. Esperemos que al final, el post final sea el mismo para todos. Un abrazote, y con un solo principio rector, el de la confraternidad.
Gracias por tus palabras, Martín. Me alegra leerte, y creo que también das en el clavo: los fuertes y los débiles, no siempre son los que a simple vista parecen…
Recibe un saludo y mis mejores deseos para el 2017!! 😉
Nos muestras en tu relato a un Paje Real pero, también, una persona real, con sus sencillos anhelos que, para otros, aún son mucho más sencillos, por no decir insignificantes. El cumple con su trabajo y mantiene sus tradiciones, pero oculta lo que cree que no entenderían los que habitan sus recuerdos. Suerte, Marca. Un saludo.
Jesús, muy bien interpretado el relato!! Muchas gracias por tu comentario!! Oculta lo que cree que no entenderán o molestará a sus allegados…
Recibe un saludo y mis mejores deseos para el 2017!!
Bajo las estrellas todos los seres somos iguales, aunque visto desde la tierra cada uno con su propia vida a las espaldas.
Suerte
Totalmente de acuerdo, Blanca!! Gracias por tu comentario!!
Recibe un saludo y mis mejores deseos para el 2017!! 😉
Bonito contraste el de esas dos formas de vivir la misma realidad. Qué lejos unos de otros, aunque se crucen las vidas. Mucha suerte Marca. Saludos.
Gracias por tu comentario, Yashira!! Tan lejos, y tan cerca… Aunque es verdad eso de que poco somos ante la inmensidad del universo! jeje
Un saludo sincero y mis mejores deseos para el próximo 2017!! 😉
Tu relato, Marca, me hace reflexionar sobre los que tienen la obligación de hacernos reír, muy a pesar de su sufrimiento y propia vida personal. Es algo en lo que he pensado muchas veces. Te cuento que mi propia madre, que falleció hace muchos años, tenía fuertes dolores y, sin embargo, sonreía y hasta reía, cuando hablaba con sus vecinos. Yo, de niña, no entendía cómo podía hacer eso. Ahora, pasados tantos años, ya no la critico, sino que la admiro por ser como era. Repetía constantemente que la gente no tiene culpa de nuestros males… (perdón por dispersarme un poco…). Un abrazo y ¡Feliz Navidad!
Gracias por tu comentario, María José!! Tu madre pensaba en los demás, tenía dignidad, y seguramente un corazón enorme!! Por eso nuestro protagonista sabe que unos niños no tienen por qué sufrir nuestras penas, ni nuestros parientes …
Felices fiestas!!! Un saludo y mis mejores deseos para el 2017!!!
La puñetera vida, siempre dispuesta hacer cumplir su ley.
Edita, te doy toda la razón. Gracias por tu comentario!!!
Recibe un saludo y mis mejores deseos para el próximo 2017!!! 😉
Como siempre, has sabido dar en el clavo para retratar las desigualdades, agravadas más si cabe por esa idea de que las estrellas son las mismas para todos los que las miramos. Muy buena imagen y gran historia.
Un abrazo,
Muchas gracias por tu comentario, Anna!!!
Pues sí, somos insignificantes ante las estrellas!!!
Un saludo! 😉