22. ESTRELLAS
En el Mar de la Tranquilidad, ¿eh? Pues va a viajar por el espacio y nos contará si ha visto enterita la Luna, y cualquier otra estrella o constelación, La Osa, Aldebarán…, dijo y me propinó en el culo una patada a conciencia y reglazos con «La Juliana» (trozo quebrado por el tiempo de algún pupitre) en la cara, en las manos, en la espalda. En medio del dolor, ¡vi estrellas de todas clases!, sentí un cohete que me subía de medio cuerpo hasta los brazos ; di un brinco y le aticé en la pera, como había visto hacer en combates de boxeo. Y el profe cayó redondo. Las palmas de mis compañeros echaban humo. El director no se hizo esperar y me tumbó de una andanada cósmica, no sin antes quitarse el anillo, no fuera a ser que el signo representativo del sagrado sacramento… Mi padre se acercó al día siguiente y mandó a don Carlos a tomar por donde amargan los marcianos. Aquel colegio, ¿lo clausuraron? No, qué va. Y nos fuimos. Padre a matrizar flejes y pletinas. A alucinar, los tres, en la galaxia que representaba Suiza frente al terruño. Otro cielo, otro planeta aún a mis 61.
Un relato muy bien llevado, con humor. El abuso de algunos viejos profesores. La reacción espontanea del chaval y el apoyo del padre a semejante atropello, sobresalientes, así los llevara a gravitar a otras tierras.
Felicidades y suerte.
Hola, María.
La otra tanda no te pude comentar; no te localicé. ¿Enviaste relato? ¿Lo hiciste entre los comentarios de Jams? Dímelo y será un placer dar y darte mi opinión.
Pues sí, ese abuso, como bien dices, que a algunos todavía nos escuece en la piel. Yo no reaccioné como el prota del texto, pero no me hubiera importado. Y es que lo hacían así, hasta con recochineo.
Muchas gracias por tu comentario y espero, si ha lugar, tu relato.
Besos.
Eduardo,bien ambientado tu original relato, y con final feliz. Suerte y saludos
Hola, Calamanda.
Agradezco tu comentario. El ambiente era tanto o más terrorífico, en aquel entonces, del que pueda desprenderse del texto.
Un «happy end» siempre se agradece en estos tiempos abocados a un no se sabe qué que ni se sabe…, que ni te cuento.
Suiza es una de mis muchas asignaturas pendientes, el lago Leman…
Besos.
Qué bien has jugado con el campo semántico para contarnos esta historia que nos deja con la sonrisa en la boca. Mucha suerte 🙂
Hola, Juan Antonio.
Da gusto recibir comentarios tan agudos como el tuyo. Cierto lo de la apertura del campo semántico para, en clave de humor, como apuntas, poder reírse de una situación tristísima.
Un abrazo fuerte.
Hola, Ana.
Seguro que tienes razón: los duros impactos en la memoria pueden transformarse en párrafos crueles. Seguro que me he pasado de frenada manejando la hipérbole, pero la realidad de aquel colegio era dura-dura. No es broma, algunos días (estuve allí algunos años) me hacía mis necesidades por el camino. El bachiller superior ya fue en otro tipo de centro, distinto, por fortuna, en todos los sentidos.
Te doy las gracias por tu comentario y yo sí te mando besos. No veo (debo andar más espeso que este tiempo que no se aclara)humor ácido en mi comentario. Pero tiene que haberlo si tú lo has notado y te pido perdón por ello, se trate de lo que se trate. Puedes escribir donde quieras, estaría bueno. Y será un placer leerte. Te deseo, de corazón, la máxima dicha posible.
Hola, Ana.
Seguro que tienes razón: los duros impactos en la memoria pueden transformarse en párrafos crueles. Seguro que me he pasado de frenada manejando la hipérbole, pero la realidad de aquel colegio era dura-dura. No es broma, algunos días (estuve allí algunos años) me hacía mis necesidades por el camino. Allí hice el bachiller elemental. El superior ya fue en otro tipo de centro, distinto, por fortuna, en todos los sentidos.
Te doy las gracias por tus comentarios y yo sí te mando besos. Y será un placer leerte, escribas donde escribas. Si en mi comentario había humor ácido, te pido perdón por ello.
Ana, tomo buena nota de lo que apuntas y te lo agradezco. Soy un neófito en esta página, en este blog y tengo que familiarizarme todavía con algunas cuestiones, insistiendo en que soy un desastre en lo informático y en otras muchas cosas. Pero te aseguro que no quiero burlarme de nadie. Todo lo contrario. Eso no significa, claro, que sea perfecto y pueda meter la pata. Pero si lo hago, si meto la pata, pido perdón sinceramente y pelillos a la mar.
Lo del colegio aquel daría para una novela, un «tocho».
Gracias por todo. Y un beso.
Un relato que nos transporta a otra galaxia de la enseñanza, donde «la juliana» salia a pasear y las estrellas estaban aseguradas en la palma de la mano. Divertida forma de enfocarlo y con toda una constelación bien llevada en tu historia.
Me gusta tu apuesta.
Un abrazo, suerte Eduardo.
Hola, Mª Belén.
Gracias por tu comentario y tus buenos deseos. Si, si, ¡vaya una galáctica enseñanza! Me gusta que te guste mi apuesta, que trataba de salirse de lo esperado respecto de la propuesta. Las estrellas existen de tantas diversas maneras ¿verdad? Tú lo has entendido a las mil maravillas. Condenado planeta «Juliana».
Besos.
La experiencia, dicen, es la madre de la ciencia, pero a juzgar por lo leído, también es la madre de buenos textos. Me quedo con ese toque de humor que lo impregna todo y el vocabulario, como siempre escogido, que hace justicia a la historia.
Mucha suerte,
Un beso.
Gracias, Paloma, por tu comentario. Pues, créeme si te digo que, pese a las vejaciones y otros horrores, gran paradoja: aprendí en ese maldito colegio, proporcionalmente, muchísimo más de lejos que en la Complutense (nombre birlado, por cierto, por la madrileña capitalina a la de Alcalahá del Henar, la verdadera Complutum). La letra, las letras, me entraban hasta con sangre. Cosas del muy empolloncete, quiero suponer.
Otro grande, como el espacio infinito para ti.
Has expuesto todo un muestrario de las maravillas estelares que eran capaces de hacer experimentar ciertos educadores no hace tampoco tantos años. Supongo que en vivo no hacen ninguna gracia, pero narrado en tu relato la escena, además de cósmica, resulta cómica. Un saludo, Eduardo.
Hola Inma, aunque me encanta Matrioska, tu pseudónimo. Cómo me chifla, me admira, me encandila que denomines a esa escena cósmico-cómica. A eso se le llama perspicacia y punto. Un placer encontrarme entre gente tan avispada como tú. No hace tantísimo tiempo, no, y resulta triste, elevado a tristísimo el comportamiento de algunos profesores-as: columnas de nuestras vidas, con la family y los amigos y amiguetes. Y el amor, claro.
Un beso para ti.
Que sepas Eduardo que tus estrellas no me gustan nada, nada, NADA. No les veo la gracia. (Al relato si, a las «estrellas» no, tu ya me entiendes).
Un saludo.
Hola, Reve LLyn.
Gracias por tus comentarios. Me agrada que le veas gracia al relato. En cuanto a esas «estrellas» mías, las que veía cuando me estaba zurrando el bestia del profesor, herían casi tanto como las amenazas de las estrellas de Al Alba de Aute; ese sí que es un maestro, alguien que está impartiendo un magisterio digno de llevar el nombre de una constelación de estrellas.
Besos.
En la primera lectura me agrada pero me he tenido que saltar sin comprender algunas frases. El inicio corresponde a una pregunta que hizo el maestro y que el chaval contesta «En el Mar de la Tranquilidad». Desconozco el motivo por el cuál el maestro entra en cólera y no lo encuentro en el relato, eso ya no me agrada. Simpático eso de poner nombre «La Juliana» a la vara (tabla, regla) con la que se pegaba a los alumnos. Reacción violenta del chaval (¿que es la pera?, busco, ah!, perilla). Sutil forma de decirnos que el director era cura o sus alrededores. Tiene un cierre precipitado, con muchos cambios, emigración (¿por pegar el alumno al maestro?, no tiene sentido), a Suiza, donde aún vive. Resumen, este texto hay que trabajarlo más, centrase en un solo conflicto. Buen intento de utilizar el glosario espacial en un problema escolar.
Hola, Javier.
Gracias por entrar a comentar mi texto con la sagacidad que te caracteriza: lo vengo observando en otros comentarios a compañeros relatores. Te explico mi punto de vista. El chaval está en la Luna, en las musarañas, distraído(como yo mismo, aún tantas veces viviendo en ella, en la Luna)y el profesor (absoluta perversión en este caso del término), entrado en cólera por la falta de atención a sus explicaciones, le asegura que (mediante el ingenio espacial «Juliana») va a viajar por el espacio y contemplar todo tipo de estrellas.
Hay que dar por entendido (por elidido) que la práctica del bestia ése era habitual y el chaval no se lo había contado al padre. En cuanto lo hace se largan de allí, de aquella España negra en la que sucedían también otras cosas, aprovechando el incidente.
Demasiado juego, seguro, con la elipsis, si no abuso; pero las 200 palabras no son fáciles de manejar y a veces pasa lo que pasa: que uno puede quedarse corto de explicaciones o de aporte de pistas. El conflicto es, realidad, el de una familia con su país (el colegio es una parte del mismo y el suceso del joven actúa de detonante). Por eso la reacción de irse, en su viaje espacial, al extranjero (a la galáctica Suiza) parezca radical cuando no lo era en la mente de ese padre. Por otra parte, había mogollón de colegios de ese «estilo» en la España de los 50 y tantos ¿Sacar al hijo de Málaga para meterlo en Malagón…? Mejor cortar directamente. Y este del relato es un padre atípico y ejemplar: los había que cuando el hijo contaba acontecimientos de este cariz, se llevaba encima otra tunda por parte de su progenitor. También hubo padres, me consta, que, jugándosela, zurraron a los profesores aficionados al pugilato. A un alumno le rompió uno de estos sádicos el lóbulo de la oreja. No sé, he hecho lo que he podido; eso sí, con el mayor interés. Y seguro que he podido y he debido hacerlo mejor. Que tienes razón, sin duda. Tendré que afinar para el futuro.
Un abrazote.
Perdona la «chapa», no suponía que me había ido tanto de la lengua, mas lo cierto es que si no agoto el argumentario lo dejaría cojo: te cuento: en el relato tomé la parte por el todo, el colegio por el país, no recuerdo ahora cómo se denomina esa figura retórica. Ese colegio de entonces representa la metáfora de aquel país del que escapó todo el que pudo.
Un abrazo fuerte.
Hola Eduardo.
Tiene mucha miga tu relato. Lleva implícita toda aquella violencia que algunos profesores vertían sobre el alumnado. Yo puedo corroborarlo. Cuantas veces me han levantado sujeto por las patillas. Menudo dolor. Puedo asegurarte que veía el firmamento.
Lo cuentas tan bien, que nos roba una sonrisa, pero fue duro. Mucho. Enhorabuena por la historia Eduardo, y suerte.
Ton.
Lo de la patilla, Ton, no me cabía; pero conllevaba algo así como una horca capilar; y eso que llevábamos (el eterno retorno) el pelo bien pero que bien cortito entonces, como se estila ahora. Fue duro, si; todavía padezco de «patillo fobia». Mi intención, perfectamente captada por lo que veo, era eso, mudar en hilarante algo con tintes muy trágicos. Y salirme de lo esperado al hablar del firmamento y los viajes siderales. Tratar de resultar original, humildemente original. Me hubiera gustado teneros de compañeros de clase (el colegio era mixto, esa sí era su incomprensible, su epatante paradoja: calla, sería por aquello de ganar dinero sumando alumnado) a todos los de Esta noche…
Muchas gracias.
Un fuerte abrazo.